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viernes, agosto 26, 2005

Días tristes

En días como éstos me empinaba a mirar la lluvia desde la ventana del comedor. Mi cabeza no llegaba entera al marco, pero sí alcanzaba para mis ojos, que dirigían la vista hacia los cientos de globos que formaban las gotas al caer al charco. Las gotas eran proyectiles teledirigidos que despedazaban los globos flotantes para formar otros nuevos. Los globos eran ciudades encapsuladas al estilo de Krypton o algo así. Pero esa guerra, esos mundos, que debían ser emocionantes, culminaban en un abrupto amargor que actuaba como tapón para el vaciadero de emociones más explícitas.
Mi madre solía aparecer bajo la nubazón protegida a medias por un paraguas damnificado por el tiempo; era todo tan triste y falto de sentido. Abriría la puerta, pasaría varias veces los zapatos por el trapo, me abrazaría y me besaría y de nuevo el silencio y la oscuridad en pleno día. No habría ni siquiera una radio que escuchar, yo volvería a mi guerra y ella prepararía la once.
Hoy tengo proyectos y he logrado vencer al vacío: en unas horas más iré a mirar por la ventana a la mujer que se desviste con lascivia. Le tocaré el vidrio y ella hará que no ha escuchado pero profundizará en detalles. Su sonrisa trocará en un mentiroso gesto de dolor; ahí quizás esté perdido, pero sabré salir del paso.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Un mensaje importante: nunca pierdas las esperanzas, se pierden solas. Y que bueno es espiar a la gente. Es relajante.

c. dijo...

Mi cabeza no llegaba entera al marco, pero sí alcanzaba para mis ojos... así debería empezar, tiene fuerza eso y la imagen es linda... me gustó mucho, saludos, c.

con. dijo...

Titulaste todos los cuentos... qué raro. No te he leido. Después paso.

Saludo.

c. dijo...

gracias por ir, voy a escuchar la Tercera Sinfonía, saludos