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miércoles, agosto 24, 2005

El pastor

Para ir de un villorrio a otro a veces me tocaba sortear la Cordillera de la Costa, nada del otro mundo, pero de todas maneras un trayecto fatigoso. Atardecía cuando me llamó la atención un movimiento entre las sombras. Era un pastor que fornicaba con una oveja. Lo dejé hacer y luego, cuando el animal enfiló al corral guiado por un perro, me acerqué a él.
-Eh, tú, dame agua.
El pastor se sorprendió y me miró con miedo. Mi abrigo negro y mis zapatos puntudos debieron provocarle ese efecto. Luego me confesaría que fueron mis ojos de fuego.
-Señor, venga por aquí, por favor.
Me ofreció agua del manantial y un pedazo de charqui, que devoré en segundos.
-Usted no parece un hombre malo -le dije, una vez satisfecho.
Me miraba de reojo.
-No entiendo, señor -me decía.
-No es necesario que entienda. Hablo más bien para mí mismo.
El pastor me ofreció alojamiento en su casucha hecha de troncos de ciruelo, cartones y fonolita. Dormir bajo las estrellas resultaba lejos la mejor opción, pero el hombre no lo veía así, porque me asignó su rincón habitual, cambiándose él al sector de la cocina. De noche lo escuchaba vociferar y alzar los brazos, como si llamara a su perro. A veces le sentía mascullar un nombre, algo así como Figenia. La mayor parte del tiempo resoplaba de tal modo que el aire salía hacia arriba expelido por su labio inferior en forma de cucharita, y el resoplido le hacía vibrar las aletas de la nariz. Yo no podía dormir por eso de las pulgas, pero a él le venían bien.
Me fui unas dos horas antes de que aclarara. Antes de perderme en un vaivén del cerro giré la vista y gracias a que la luna acababa de vencer a un manojo de nubes, vi lo siguiente: un puñado de arbustos secos, una casucha pequeña que asemejaba una joroba negra en la ladera, y un corral hecho de barro y pedruscos. El perro me ladraba sin cesar.

(Ilustración: Sergio Mardones)

4 comentarios:

con. dijo...

Cómo el paisaje toma forma a partir de la ponderación de masas sin resultar relevante las individualidades, menos sus características intrínsecas. Perfiles construidos por relaciones de color y distancia. Qué importaba si el pastor estaba fornicando con su oveja si se fundía con los arbustos y con la noche, más bien, fue quizás la contemplación voyerista de la intimidad ajena lo que hizo sobresalir tal evento. Y yo también lo termino siendo, pues es de lo primero que hablo al hacerlo.

Al final, todo se constituye por sumatoria de masas. Cuando salgo es poco lo que recuerdo. Podría ser el espacio vacío que me contornea y que concluye en el cuerpo del otro, lo que permanece un rato en la memoria. Después poco queda.

Elisa de Cremona dijo...

es simple, señorita o señor m.m.m., pase de mi blog, así como yo pasaré del suyo, no estoy interesada en caer en discusiones o alusiones fútiles para mí. Usted vino a mi casa a buscar errores para satisfacer quizá qué extraño sentimiento que yo desconozco, y por lo tanto, no le considero un interlocutor válido.

Cristián Kristian . dijo...

¡ que solo está el dr vicius ¡

Anónimo dijo...

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