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lunes, julio 03, 2006

El campanario

Cuando subía las escalinatas para llegar al campanario se me vino a la mente la cinta de Hitchcock, especialmente el momento en que la monja se santigua y tañe la campana. Es una religiosa en las sombras, de bajísima estatura. Se asocian allí pecado, religión y tragedia. Asociación que hoy no provocaría desasosiego, sino curiosidad.
En la cima de la torre la campana me impresionó. Una paloma picoteaba en la tabla opaca del piso; la campana reposaba, no era su hora del día. Pesaría unas 13 toneladas, cuando menos. Era una atmósfera bella en la altura, bella y olvidada. Olía a santidad, una santidad no pestilente sino silenciosa, ausente de las cosas que pasan en la tierra. La paloma de la torre seguía picoteando.
Llegado el momento de actuar no tuve las fuerzas para hacerlo. No se actúa sólo por intención o deseo; se debe contar con medios y si éstos no están a la mano o no surgen de un fuego interno que les permita enfrentar con éxito lo que se les presente por delante es mejor no experimentar y abandonar la lucha, antes de darla siquiera. Eso fue lo que hice aquella vez.
Me admiraba de mi propia debilidad; meses atrás me hubiesen indicado con el índice como "el tipo que lo hizo", "el único que fue capaz de hacerlo". Ahora, en el campanario, no sabía si escabullirme como una rata o dar de patadas a un rincón, mas no a la campana, porque un solo golpe de zapato me habría dejado cojeando. Lo que sí deseaba, evidentemente, era liquidar a alguien. Buscar un culpable y hallarlo. Había muchos que merecían mi castigo, partiendo por mi propia persona. Los otros que me iban floreciendo en la cabeza eran hombres poderosos ante los cuales más de una vez debí inclinarme. El poder que ejercían era temporal, un poder que no dejaría historia, pero hacía daño.
Si reaccionaba coléricamente caería dentro de un corral de cerdos enlodados que chillan día y noche. Si me escabullía como una rata llevaría en mis espaldas el peso insoportable de la frustración.
Pero ya fue escrito: abandoné la lucha, antes de darla siquiera.

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