Todos lo hacían, todos lo hacían. Lo hacían de alguna manera. O derechamente. O discretamente. O usando la autoridad con desparpajo y cinismo. O a escondidas, pero lo hacían.
Yo lo hacía mentalmente, ni siquiera me atrevía a pedir permiso para hacerlo. Me lo habrían dado, pero eso qué importa a estas alturas.
Cuando la ocasión que daba origen al deseo pasaba y yo me quedaba con las ganas de hacerlo, entonces venía primero la frustración y luego el odio.
Cuántas vidas humanas han sufrido por causa de aquello, cuántos crímenes se podrían atribuir a esa semilla que no germinó, a esa trizadura del alma. Las estadísticas no hablan de esas cosas.
Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
4 comentarios:
"entonces venía primero la frustración y luego el odio"
...más que el odio, la resignación, de la mano de la rutina. Y una melancolía borrosa que parece que no va a fugarse nunca.
Es cierto... las estadisticas nunca hablan de las cosas que originan hablan de las apariencia de las cosas..
Un abrazo
para que vivir de los que otros hacen, para mi ya no tiene sentido.
hay cierto encanto en la represión. la incontinencia siempre me ha parecido vulgar.
lo mejor de todo es el beso que se da con cautela al comienzo y al final descontrol.
ya tienes un libro aquí, vicius. cuándo comenzará la edición?
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