Visitas de la última semana a la página

miércoles, diciembre 06, 2006

Los ojos de Glenn Gould

Las Variaciones Goldberg incluyen acertijos, algunos que nunca podrán descifrarse, otros que provocan escalofríos, como el de haber visto a través de la música de Bach los verdaderos ojos de Glenn Gould; esto es, lo que se escondía en el fondo de los ojos del pianista o mejor dicho, lo que realmente resultaron ser los ojos del pianista canadiense.
Glenn Gould murió a los 50 años y hoy es un artista de culto. Se dice que ha interpretado mejor que nadie la música de Bach para teclado. Sus detractores le echan en cara el estilo, que no es más ni menos que un estilo marcado por el ritmo, con poco o nulo uso de pedales y concentrado en la esencia de la música, no en la filigrana. Yo siempre he pensado que esos detractores están picados, porque Glenn Gould tocaba demasiado bien para ser tan joven. Él, además, le ponía de su cosecha: dejó de ofrecer conciertos para encerrarse en los estudios. Grababa sentado en un piso chico, cosa de quedar no sobre sino bajo el teclado, algo totalmente anti-ortodoxo para un ejecutante. Lo que es peor: tarareaba durante las grabaciones.
El profesor de piano de Glenn Gould fue un chileno, eso lo saben pocos.
Una tarde hojeaba una revista de música, cuando me topé frente a frente con una foto de Glenn Gould que desconocía. Me quedé helado: eran los ojos de, ¿podré decirlo? una mujer cercana, una notable dama de la sociedad chilena que durante un tiempo ejerció mucha influencia en mí. Miré a todos lados antes de analizar la foto. Estaba solo. Pero no, no estaba solo: esos ojos me escrutaban y palidecí al comprender tantas cosas. Era ella, era él, eran ambos, unidos contra mí, echándome en cara mis contradicciones sexuales. ¿El amor qué es, necesita cuerpo? Eran sobre todo dos ojos muy inteligentes; nada de bonitos, pequeños, negros y profundos. ¿De qué se enamora uno, del cuerpo o de la mente? Mirada inescrutable, dueña de una lejana burla, como esas miradas que nos dedican aquellos que son más grandes que nosotros. ¿Entiendes -me decían- entiendes? "No, mi amo", les contestaba, "no, maestra". El amor es un sentimiento alterado por la naturaleza; si no fuese así no habría depravaciones y uno se enamoraría del espíritu, del alma y todo sería puro. En estos tiempos que corren los dictados de la naturaleza intervienen el amor: lo natural se hace sucio.
Calculé entonces que Gould falleció aproximadamente al nacer mi amiga. No es que esté hablando de reencarnación. Ella era tan brillante, pero nunca la quise. Su cuerpo verdoso brillaba a la luz de la luna. Me burlé ferozmente de sus ojos negros; fue mi única forma de defensa ante el Coloso de Rodas. La inteligencia luchando contra la magia. Una de ambas habría de caer en cualquier momento, como cayó el Coloso. Resolví en su tiempo que lo mejor era darlo todo por terminado, cosa de mantener en alto el status de la magia, que es lo que realmente hace que el mundo se mueva. Ella me contestó años después, mientras yo abría una revista. Esa respuesta quedó impresa, como la burla de Glenn Gould ante la opinión de sus críticos; mi gesto seudo-romántico de llorar ante la leche derramada se lo llevó el viento.

12 comentarios:

Lila Magritte dijo...

No, doctor, está interesantísimo, de hecho yo me había preparado para leer el cuento completo y me he dado un golpe tremendo. Me tiró la toalla y me sacó del juego.

Vendré mañana.

Anónimo dijo...

Saludos.

Thérèse Bovary dijo...

Dr. Vicious, me alegra saber de nuevos escritos suyos.
Podría continuarlo, está muy interesante.

Cariños de una de su muchas lectoras

Thérèse Bovary dijo...

Glenn Gould, canadiense, fue un pianista notable que interpretó con maestría a Bach, Tchaikovsky, Beethoven y otros de los Increíbles de todos los tiempos.

Dicen que la sesión de grabación del primer disco ha pasado a la historia de la leyenda: Gould se presentó en el estudio con abrigo, bufanda y guantes pese a que era un cálido día de verano, y llevaba dos botellas de agua y toallas de baño, pues antes de la grabación deseaba sumergir las manos en agua caliente durante 20 minutos, un ritual que repetiría en todas sus actuaciones; también llevaba sus cajas de pastillas con fármacos de todo tipo y su silla personal, para poder sentarse ante el piano a una altura más baja de lo normal.
Todos estos elementos se convirtieron en inseparables de la actividad de Gould como pianista, y el más característico fue siempre el canturreo de la música mientras estaba tocando, algo que se percibe con mucha frecuencia en sus grabaciones".

Este es un dato que nos habla del curioso personaje cuyos ojos evoca el hermoso cuento que ha empezado y ojalá termine de escribir usted, Dr. Vicious.

Solo una pregunta. ¿Por qué la amada, ex o no ex, da lo mismo, le evocaba a su protagonista los ojos de Glenn Gould? Acaso porque los entrecerraba cuando acariciaba el piano y ese gesto le rememora a su narrador otras situaciones íntimas de los personajes de su cuento. ¿O serán otras las razones? ¿Nos podría aclarar este punto por favor?

Gracias Dr. Vicious
Therese

Anónimo dijo...

¿Quién le tiene miedo a la caperucita Roja?

Lila Magritte dijo...

Vine por la continuación de tan interesante relato.

Lila Magritte dijo...

Vine por la continuación de tan interesante relato.

Lila Magritte dijo...

Vine por la continuación de tan interesante relato.

Lila Magritte dijo...

Qué lástima. Tendré que esperar.

Thérèse Bovary dijo...

Parece que no habrá final.

Fortunata dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Anónimo dijo...

Y hubo final. Gran historia, Dr. Vicious.
Saludos