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domingo, marzo 04, 2007

El tercer reino

Mi papá dice que un día nos va a matar a todos con una cuchilla y que después nos va a cortar en pedacitos del porte de una caluga o de una caja de fósforos. Yo me asusto pero no le creo mucho porque mi papá es flaquito. Mi hermanito le cree y se mete debajo de la cama hasta que su cabeza aparece cuando la pieza está oscura, igual que una tortuga. La mamá se va a la iglesia y en la noche prende unas velas encima de la cómoda para que alumbre a los santitos que tiene en un marco y nos obliga a rezar con ella, pero mi hermanito se asusta con la oscuridad y empieza a patalear hasta que la mamá se pone a llorar y grita hasta cuándo hasta cuándo hasta cuándo y se va de la pieza. Yo me quedo mirando los santitos que son los tres con pelo largo y vestidos azules y unos corazones que sacan chispas mientras mi hermanito patalea en el suelo. Entonces la mamá vuelve y lo toma en brazos para hacerle cariño pero mi hermanito tiene fuerza, así que la mamá a veces lo tira a la cama y él se queda tiritando. Yo trato de afirmar las velas para que no se den vuelta, porque una vez se estaba quemando el mantel y nadie se había dado cuenta.
Antes me acuerdo que lo pasábamos más bien, cuando todavía no aparecía ese globo de carne en la casa. Después que apareció como que la mamá anda asustada conmigo y me pregunta si de nuevo lo vi y dónde está. Cuando se lo muestro dice que no hay nada y se pone a llorar, pero al rato se levanta del sofá y va a la cocina a buscar la escoba y empieza a barrer la casa hasta que junta toda la mugre en la mitad del living. Yo le traigo la pala para que no se le olvide echar la mugre al tarro de la basura pero cuando me ve entrar a la cocina se enfurece y me pregunta si creo que está loca y de nuevo empieza a gritar y casi rompe las cortinas. Yo le digo que no, que tiene mala memoria no más porque se le olvidan las cosas. Eso la enfurece más. Corre a la cocina y levanta la mano para pegarme pero se arrepiente en el último momento y se va al patio de luz. Entonces yo saco la mugre con la pala y la echo a la basura.
La casa se sigue viendo descuidada. Una vez pasé por la cocina y mi hermanito estaba jugando con el alto de platos sucios y todo se vino abajo. Los platos rotos estuvieron como dos días tirados en el suelo porque a mi hermanito le dio miedo recogerlos y desapareció de la casa y ahora nadie sabe dónde está. El sofá tiene unos pedazos de género que cuelgan y a un asiento se le sale un resorte. Mi papá cuando llega curado y se pone a fumar siempre se sienta en el resorte y no se da ni cuenta hasta que se duerme y yo antes con mi hermanito teníamos que llevarlo a la cama y acostarlo con ropa no más, porque es muy difícil sacarle la ropa a un señor grande. Una vez que lo íbamos arrastrando se despertó y nos dijo que nos iba a matar a los dos con una cuchilla y que nos iba a cortar en pedacitos. Mi hermanito salió arrancando a esconderse debajo de la cama y yo me lo tuve que llevar sola.
Mi papá es tan flaco que se le ven las costillas cuando está en la tina. Mi hermanito para vengarse le apagaba el termo y desde su escondite le miraba los pies cuando se levantaba de la tina para encender el termo de nuevo.
La mamá todavía no se da cuenta de que mi hermanito desapareció. Para que no se ponga nerviosa, cuando llega de la iglesia y pregunta por él le digo que está escondido debajo de la cama, pero ella grita siempre lo mismo siempre lo mismo y me reta porque la cómoda se llenó de esperma y las velas están apagadas. ¿No te he dicho que siempre tengas las velas prendidas? me dice y yo le respondo sí mamá sí mamá y entonces me abraza y me pide que llame a mi hermanito para que se tome la papa, pero yo me hago la lesa hasta que con los rezos se le olvida. Cuando se ha ido a su pieza yo apago las velas porque me da miedo morir en un incendio. Después camino a pie pelado hasta su dormitorio y veo por un hoyito que duerme mal porque el globo de carne ha subido a la cama y la aplasta. La mamá abre la boca para gritar pero no le sale la voz.
A veces que yo estoy acostada con los ojos abiertos siento la llave en la puerta de calle. Mi papá entra calladito pero siempre pasa a llevar alguna cosa y la mamá despierta y se levanta a prepararle una cazuela, porque ahora a él le gusta tomar cazuela antes de acostarse. A veces cuando están acostados él le pega unas palmadas a la mamá y ella le dice que no haga sonar el somier. Yo muevo la cabeza para quedarme dormida porque así no pienso tantas cosas malas, pero casi siempre me quedo despierta toda la noche hasta que veo cómo empieza a aclarar y me da más miedo que si estuviera oscuro, porque cuando aclara se va viendo todo en la casa mientras que de noche se ven los puros pensamientos.
Los martes la mamá se levanta temprano y me lleva al doctor en una micro llena. Nos bajamos frente al hospital y ahí nos tienen esperando hasta que me hacen pasar a la oficina del doctor. Yo no tengo necesidad de hablar porque la mamá le cuenta todo. El doctor de vez en cuando me pregunta ¿es cierto? y yo le digo es cierto y el doctor dice hummm. Cuando termina la consulta, la mamá y el doctor se quedan solos y cuando sale a veces sale contenta y a veces sale llorando. Yo le pregunto ¿qué pasa? y la mamá me abraza y me compra unas sustancias, que me gustan porque son blanditas. Después tomamos la micro de nuevo y yo me bajo en la esquina de la casa pero ella se queda en el asiento porque sigue hasta la iglesia. A mí me da miedo entrar sola a la casa porque creo que voy a encontrar a mi papá botado en el suelo. Entro rápido y me voy a la cómoda a prenderles las velas a los santitos para que cuando llegue la mamá las vea prendidas y no grite hasta cuándo hasta cuándo. Como ahora mi hermanito no está a veces me quedo sola con mi papá. Entonces me toma en brazos y me habla, me dice que me quiere mucho y yo le digo que también y él me da un beso y un abrazo. Yo veo que el globo de carne se mete a la pieza y se empieza a agrandar hasta que toca el techo y cierro los ojos cuando mi papá me abraza para no ver cuando explote...
Mi hermanito me pegaba en la noche y yo nunca le hice nada, ahora andan los carabineros buscándolo y me preguntan a mí dónde está. Me sientan en una silla y me dicen que me acuerde. La mamá les muestra fotos y se ríe con ellos, pero a la salida me tira la oreja y me pregunta dónde está el chicoco, dónde lo escondí y yo le voy a decir no sé pero me quedo callada porque si hablo va a gritar ¡mentira cabra loca! así es que mejor que crea que yo lo tengo escondido en alguna parte secreta, como por ejemplo debajo de las tablas del dormitorio, metido en un saquito de plástico.
Cuando chica quería ser profesora para enseñarles a los niños las materias. Ayer fueron a enterrar a mi papá en el cementerio cuatro señores que había visto una vez en la esquina conversando con él. Uno me preguntó si yo era la hija y se miraron entre ellos y otro dijo la hija y otro dijo me acuerdo cuando era chiquitita y ahora está convertida en toda una mujer. Qué está haciendo mijita me preguntó el señor que le decían el ojos grandes y yo me hice como que no escuché. El que andaba con un abrigo con un género negro de luto en la solapa me preguntó por mi hermanito y le dije que parece que lo habían visto trabajando en San Vicente de Tagua Tagua y se quedaron conformes. Todos se quedan conformes cuando digo que lo vieron en San Vicente de Tagua Tagua, menos la mamá, que dice que todos los días le pide a la Santísima Virgen María que le devuelva a su hijito.
La vida se ha puesto más difícil porque la mamá no tiene a quién retar así que me reta puro a mí no más. Ahora le dio por querer a mi papá y todos los domingos se levanta temprano para ir a verlo al cementerio. Yo me hago la dormida pero ella me dice despierta vieja floja vamos a ver a tu padre, ingrata, y yo tengo que levantarme rápido y salir sin tomar desayuno. En el cementerio la mamá le habla, le pregunta dime dónde está el chicoco. Mi papá no le responde nada pero yo oigo voces que dicen debajo de las tablas del dormitorio en un saquito de plástico. A veces cuando volvemos se larga a llover y como la plata alcanza para el puro pasaje de ida llegamos las dos mojadas a calentar la tetera para tomar el té. La mamá pone los pies en una palangana con agua caliente y yo le seco el pelo con la misma toalla de siempre, la que ya está hecha tiras. Después me manda a prender las velas y se mete a la pieza a rezar. Desde que se cayó por las escaleras y quedó paralítica casi nunca sale de la pieza, le cuesta moverse porque nadie le quiso regalar una silla de ruedas, así que yo le empujo el silloncito cuando quiere ir al baño y después ando de allá para acá preparando la comida, lavando los platos y poniendo el despertador. Yo no sé por qué aguanto siendo que llevo tanto tiempo en la misma casa y la mamá no quiere morirse, le cuesta morirse a pesar de que todas las noches les dice a los santitos quiero morirme quiero morirme. Yo la miro por la cerradura y después me dan ganas de abrir la cortina para ver la calle, pero no se puede porque los de Impuestos Internos la clausuraron, así que tenemos que vivir a oscuras no más las dos, la única luz es la de las velas, pero ahora parece que ya la mamá no tendrá más luz porque queda una sola caja de fósforos y la única forma de no quedar a oscuras sería prendiendo algo de la casa para que diera luz...
Ahora que no vive nadie aquí el globo de carne anda como buscando alimento de pieza en pieza. A mí no va a conseguir aplastarme porque cerré la puerta con llave y me protegen los tres santitos, San Melchor, San Severino y San Saturnino. Puse unas gomas en la rendija y un pedacito del dedo que se le infectó a la mamá en la cerradura, ya casi nada se puede comer, todo está malo, lleno de gusanitos. Los gusanitos se arrancan de la carne cuando me quedo dormida pero al despertar los junto en una hoja de diario y los vuelvo a su sitio. Con la mano toco a los tres santitos y les rezo para que me den harta vida, ojalá hasta los 75 años o hasta los cien años, la más vida posible antes de que el globo de carne entre a la pieza y me aplaste como aplastó a los demás. Me voy a ir al infierno merecidamente, la mamá me va a estar esperando y de lejos vamos a ver a mi hermanito y a mi papá en el cielo, mi papá con la carne jugosa en la parte de las costillas y mi hermanito todo dobladito. Ayer la mamá se levantó de la cama y me dio miedo porque se veía de edad. Dijo que quería caminar y yo le saqué pica y le dije no puede no puede y me dijo sí puedo, ¿ves que sí puedo, vieja ridícula, no te da vergüenza burlarte así de tu madre? y yo me eché a llorar pero ella no me consolaba, estaba con la boca abierta encima de la cama, sin decir nada, como muerta, haciéndose la muerta para que me dieran los nervios.
La vida es tan bonita ahora que estoy sola y puedo comer a las tres y cuarto en vez de a la una y media. Además no es obligación andar en pantuflas y nadie se enoja cuando hago mis cosas. Las piezas están vacías menos la de la mamá, por eso yo creo que los de Impuestos Internos tuvieron que clausurarla, para que no entrara luz y no se viera lo que hay adentro. A mí no me da miedo entrar, porque me sé de memoria la pieza y también prendo la linterna. Me gusta alumbrar hacia la lámpara para ver los rayitos que salen de las lágrimas de cristal y que van a dar a la pared como chispas de vida. A veces dejo la linterna fija en las lágrimas mientras voy a la pared y toco las chispas a ver si me pueden dar vida. Al otro día me despierto y veo pura oscuridad porque las pilas se gastaron y yo sigo con las manos en la pared, no sé cómo he podido dormir sin moverme. Pero después descubro que he dormido aplastada por el globo de carne y me da susto porque he sabido de casos que han terminado muy mal.
Hace tiempo que no tocan a la puerta. Antes tocaban bien seguido, gritaban, casi derribaban la puerta. Yo abría y nunca encontraba nada. Me acuerdo que pensaba que eran los niños del Bacteriológico y me gustaba porque encontraba que eso era bonito y a lo mejor podíamos ser amigos, pero ahora que me acuerdo bien, yo creo que no me querían. Cuando mi hermanito se cayó del árbol lo recogieron pero al verme se arrancaron asustados. Un día cuando llegué del hospital me pidieron sustancias, pero me iban a pegar así que entré corriendo a la casa y después los miré por detrás de los visillos pero se habían ido.
Me aburro un poco, no creo que la vida sea tan bonita como dije, digo tantas mentiras, a lo mejor es bonita y no me doy cuenta. Por ejemplo, si viera salir el sol todos los días sería bonito y si dieran películas buenas también sería harto encachado, si el agua de la tina cuando la junto fuera siempre roja sería bonito pero casi nunca es roja, a veces no más...
Lo otro importante y que no lo había querido decir es que han cambiado tres veces los recorridos de las micros. Por eso las personas se pierden; se suben pensando que van al centro y después se bajan en unos potreros donde al final se ven unas montañas y unas personas que hacen fuego en unos braseros frente a unas casas de adobe. Yo estoy segura que muchos extraviados están en esas casas y nadie quiere avisar porque les conviene, así tienen ayuda para echarle viento al carbón. Los carabineros deberían ir para allá y a lo mejor lo han querido hacer pero como las micros vuelven a cambiar de recorrido van a dar yo creo que a la comuna de Pudahuel, porque les he oído decir que pasan aviones y que no pueden hablar por el ruido.
En eso me vino a ver mi hermanito y me gritó arráncate arráncate antes de que te quemes, pero yo estaba soñando y no me podía mover, soñaba que la mamá se levantaba de la cama y le prendía fuego a la pieza, y que mi papá no alcanzaba a salir porque dormía en el suelo. Mi hermanito me gritaba desde la ventana arráncate arráncate y yo arrugada y llena de cálculos desperté y no me atrevía a gritar, además la voz no me salía y la verdad es que la voz no me sale, esto es lo más terrible. Tener voz y que a uno no le salga es lo más terrible, porque da una desesperación. No, lo más terrible debe ser no poder moverse mientras se siente el dolor de las quemaduras. Sí, eso debe ser insoportable, porque el dolor de las quemaduras se va sintiendo y uno sabe que viene más dolor, porque es igual al papel que se quema en la chimenea: primero está blanquito pero entre los leños rojos ya está frito y la quemadura va creciendo dentro del blanco hasta que el papel se pone café y después se enciende. Pero pensándolo mejor yo creo que hay una cosa más terrible. Que el cuerpo no se pueda mover. Porque yo antes andaba de pieza en pieza por la casa haciendo algo o inventando algo, pero estar en un cajón con los párpados cerrados sintiendo el calor de los cirios y escuchando las voces de los que rezan, sintiendo la vibración de una persona viva cuando se apoya en el cajón... eso es algo insoportable. Pero lo peor de todo debe ser comprobar que la eternidad no es como a uno le habían contado sino que está compuesta de minutos que pasan uno tras otro y el cuerpo los tiene que aguantar. El cuerpo es velado en la iglesia y después se le viene la noche y los deudos se van y queda solo sin poder moverse y más encima con el dolor de la descomposición; quiere arrancar del cajón y correr por los pasillos oscuros de la parroquia hasta escapar a la calle y volver a meterse a la casa donde ha vivido toda una vida y no puede. Pero lo peor y esto sí que es lo peor, es que el dolor dura para siempre. Después que el cuerpo se acaba sigue el puro dolor rondando lo que queda, que es nada, buscando como perro perdido al amo, molestando por aquí y por allá hasta que da con la huella y no se aparta más, es insoportable porque es dolor sin materia y por eso no hay remedio ni escape, ¿nocierto papá?... ¿papá?... papá contéstame... ¡papá contéstame...! ... ¿dónde está mi hermanito? ¿A qué pieza se lo llevaron? ¿Por qué no está conmigo?... ¿Quedó muy herido? Me sofoco, me cuesta respirar, ha llegado mi hora... no puedo moverme... ¿verdad que el papá no está muerto? Así son las dudas de los finados, el reino de las penumbras del que tanto se ha hablado, seres que les piden a sus mamás que no se vayan, que llamen al doctor, pero las mamás nunca hacen caso, manejan su propio estilo y cuando el doctor aparece los muertos se quedan callados como si el doctor fuera un santo que los fuera a mejorar, pero el doctor los reta porque arman alboroto y los amenaza con quitarles el helado al día siguiente, no se muevan que se les pueden correr las vendas, les dice. Y yo le digo que no entiendo.
-Doctor explíqueme.
-Tú estás descansando, chiquilla, ¿entiendes? Descansando para siempre. ¿Has oído la teoría del sueño eterno? Pues bien, me voy a acercar y te voy a mirar a los ojos para que te concentres, así... un poco más cerca... así... Ahora te voy a contar la teoría. Consiste en que los muertos sueñan pesadillas. Los muertos recuperan sus movimientos en los sueños y cuando despiertan vuelven a su inmovilidad, así hasta que queda el último huesito, ¿es que ya no te acuerdas? La teoría pertenece al profesor Sanfilippo, ¿ya se te olvidó?
-¿Y qué sigue doctor?
-No. Concluye en ese punto.
-Pero yo no me puedo mover, entonces ésta es una pesadilla de una niña viva, ¿nocierto doctor?
-Es que este es un sueño especial.

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