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viernes, septiembre 07, 2007

El sabio, las seis personas, lo fundamental, Dios y su Mentor

Un día un viejo sabio reunió a la mesa a seis personas. Las invitó a comer y a beber y las hizo hablar de las más variadas cosas durante un buen rato. Durante ese tiempo el sabio se limitó a observar. Luego habló:
Queridos amigos, les dijo, ustedes no me conocen y yo a ustedes tampoco los conocía hasta hoy. Ahora que se puede decir que los conozco los siento mis amigos.
Las seis personas le dieron las gracias y apartaron los platos. Un mozo ofreció café.
El sabio habló:
Usted, el más gordito, es inteligente y nació con un talento innato para las matemáticas. Sus excesos con la comida y la bebida alguna vez le pasarán la cuenta, más temprano que tarde. Pero en usted lo fundamental no es eso, sino la torpeza para relacionarse con la realidad a la hora de hacer negocios. Planifica sobre la base de ilusiones y de números y como la realidad no son los números, eso le ha hecho morder el polvo de la quiebra muchas veces.
El gordito bajó la vista y asintió.
El sabio le habló a una mujer:
Usted es hermosa. Tiene labios carnosos, que brillan e invitan a otros labios a dejar allí su huella. Ha demostrado ser una buena esposa, ha dejado pasar buenos partidos, hombres verdaderamente enamorados del enloquecedor aura que se desprende de su cuerpo, en aras de la fidelidad. Pero en usted lo fundamental no es eso, sino que no ha tenido la suficiente fuerza para orientar por buen camino a su marido. Se ha dejado llevar por él y sus deschavetados sueños y ambos viven hoy a sobresaltos. Eso no puede durar mucho más.
La bella mujer bajó la vista y asintió.
El sabio le habló a un hombre de edad:
Usted es un hombre de memoria suprema y cultura refinada, lo que lo hace mirar en menos a los demás. Su exquisita sensibilidad le conduce, cada vez que se inspira, a añorar tiempos idos, y de allí surge siempre para el mundo algo de rara belleza. Pero lo fundamental no es eso, sino que usted le tiene horror a la pobreza y vive prisionero de su vicio. Eso no puede continuar mucho tiempo más.
El hombre bajó la vista, enfurruñado. No le había gustado lo que escuchó.
El sabio le habló a un hombre calvo de mediana edad:
Usted es ambicioso, obsesivo y buen padre de familia. Maneja muy bien las relaciones de grupo, lo que lo ha llevado lenta pero sostenidamente a empinarse en un pedestal de bonanza económica, aunque su ambición no le deja ver aquello como debiera. Mas lo fundamental en usted no es eso, sino su extraordinaria debilidad de espíritu. A la hora de la caída el dolor será tan inmenso que es posible que no pueda aguantarlo.
El hombre asintió y quedó sumamente preocupado.
El sabio le habló a un hombre alto:
Usted vive pensando en hacer bien su trabajo y lo hace bien, pero tan bien, que el resultado es una constante insatisfacción. Suele ver a la gente a la medida de su conveniencia, o sea como objetos que le puedan servir a su propósito de lucirse en el trabajo. Mas lo fundamental en usted no es eso, sino que detrás de eso no hay nada, y yo si fuera usted me preocuparía y trataría de arreglarlo.
El hombre tendió a encogerse de hombros, pero la idea le quedó dando vueltas.
El sabio le habló a una mujer madura:
Usted es sensual y deseada, a la vez sumamente responsable del trabajo y del hogar. El voraz apetito por las cosas carnales la ha llevado a buscar un amante, con el que se refocila dos veces por semana. Además, siente que envejece. Mas lo fundamental no es eso, sino que siempre las cosas deben ser como usted piensa que deben ser, según la norma de sentido común que usted misma se fijó y que universalizó, sin tomar en cuenta las variables de la locura. No lo olvide.
La mujer no estuvo de acuerdo.
Veintidós años después, cuando el sabio arribó al reino de los cielos, Dios lo recibió con reservas. El sabio estaba extrañado.
Dios habló:
Dime cómo te fue con lo que te encomendé.
El sabio dijo:
El gordito no me hizo caso y vivió al tres y al cuatro hasta que se murió. La mujer de labios carnosos no fue capaz de guiar por buen camino a su marido, quien terminó culpándola a ella de su mala suerte. Nunca fueron totalmente felices. Aún así, no lo lamentó. El hombre de edad murió a causa de su vicio, en envidiable situación pecuniaria, temiendo hasta el último minuto que la debacle económica se cerniera sobre él. El hombre calvo se las ingenia para continuar con su exitosa vida profesional, pero de un momento a otro caerá sobre él la espada de Damocles, y lo ignora. El hombre alto continúa destacándose sobre la base de su más absoluto vacío. La mujer madura se ha hecho francamente vieja, aunque trata de disimularlo, pero nadie le saca de la cabeza que las cosas tienen que ser como ella piensa. Fracasé en las seis misiones.
Dios habló:
Fracasaste en la misión fundamental. Nunca te pedí que cambiaras la historia. Yo sólo te dije: ¿Ves a esas seis personas? Invítalas a comer y a beber y me cuentas.
Es verdad, respondió el sabio.
Ahora ve al infierno, dijo Dios.
Cuando el Verbo retornó a su origen, Dios fue llamado a rendir cuentas. No había satélites ni planetas, no había estrellas en el universo. No había universo. Estaban los dos solos en una pequeña sala oscura: Dios y su Mentor.
El Mentor habló:
Ya que has acabado tu tarea, te invito a fumar un habano.
Dios le dio las gracias y aceptó, pero tenía sus dudas. Íntimamente sentía que no lo había hecho del todo bien, que no había resuelto lo fundamental. El Mentor adivinó sus pensamientos y le dijo:
No te preocupes, ya no hay nada que hacer.

3 comentarios:

mentecato dijo...

Tengo que darme un tiempo para leerlo, Dr. Vicious. Y disfrutar de su buena prosa.

Un abrazo.

Thérèse Bovary dijo...

Mmmmmmmmmmm!!!

Fortunata dijo...

jajaja...realmente gracioso...

!!No te preocupes ya no hay nada que hacer!!!

Creo que así ha sido desde el principio de los tiempos....

Con cuentos como este puede hacer un libro de autoayuda.....