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martes, noviembre 27, 2007

En honor a Wordsworth

De niño, casi todo lo que siempre vi fue tristeza y soledad. No hablo por hablar. No pretendo esta vez crear belleza de lo oscuro. Son sensaciones, de las que me ha costado desprenderme, sensaciones que traje siempre conmigo, o al menos desde que tuve uso de razón.
Donde había un campo yo veía una extensión sin gran sentido, un arroyo turbio, carbón, humareda, botellas, presas de pollo, risas bravas, algo a lo que había que llegar no sin sacrificios, y de lo que debía uno alejarse avanzada la sombría tarde. El campo era la parte del día cuya hora final amenazaba al espíritu, angustiaba.
Donde había un bosque yo veía plantaciones de eucaliptus, que son los árboles más inquietantes que pueda uno imaginar. Los eucaliptus no son fuertes, no son nobles, no protegen de nada. Al revés, emergen alargados y sus hojas parecen cuchillos. Casi siempre debajo de ellos hay tierra dura y pasto seco. Todo esto que describo transmitía al niño que era yo mensajes arcaicos, silencios de muerte. El viejo mito pasaba a ser materia visible y el niño en el bosque, el niño en el campo, terminaba siendo un niño abandonado, a merced de los planes de los grandes.
¿Qué sentían los otros, digo los demás niños? Me parecía en esos momentos que no sentían. Se dedicaban a vivir una especie de paroxismo irresponsable. No se formulaban preguntas, no almacenaban, no cuidaban lo poco que tenían. Cuando se detenían en algo interesante era por segundos, pensando siempre qué provecho podrían sacarle, qué posibilidad tenían de matar, qué peligros implicaba. Luego corrían en busca de otras emociones, otros placeres, otros peligros.
¡Cuántos de ellos murieron, inocentes!
¿Había que detenerse a pensar que se sentía? ¿No habría sido natural haber sido como ellos? ¿O es que mi naturaleza no era natural?
Toda mi vida ha consistido en emprender el tortuoso camino que lleva a la niñez. Hoy puedo afirmar, sin temor a equivocarme y sin el menor aspaviento, que soy más niño que cuando lo fui. Pero aún me falta demasiado trecho para intuir qué hay más allá. La contaminación lo cubre todo, hay capas pegajosas de las que no me puedo desprender. Cálculos matemáticos. Miedos. Miedo a la enfermedad, a perder el trabajo, a quedarme sin dinero, a fallar en las pruebas que me dicta la vida. Deseos insanos de la carne. Siguen alojados como lombrices enfermas, se resisten a abandonar el cuerpo. Vienen de muy atrás, de antes de la niñez, es casi imposible hacerles frente. Pero esa es mi lucha, lo declaro, y estoy orgulloso de darla y que eso me cueste la vida.
Lo comprendí hoy, gracias a una oda de Wordsworth. A él le agradezco haberme abierto los ojos con apenas tres versos:

The child es father of the man
And I could wish my days to be
Bound each to each my natural piety

(El niño es padre del hombre
Y podría desear que mis días estuvieran
Unidos uno al otro por afectos naturales)

Traducción: profesor Rodolfo Rojo B.

3 comentarios:

mentecato dijo...

Le copio parte del poema de Wordworth, en el cual Elia Kazan se inspiró para intitular la película "Esplendor en la hierba", con Natalie Wood y Warren Beatty.

"Pues aunque el resplandor que en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté oculto por siempre a mis miradas,
aunque nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba,
de la gloria de las flores,
no debemos afligirnos,
pues encontraremos fuerza
en el recuerdo..."

Un abrazo.

Thérèse Bovary dijo...

Hermosos ambos, Dr. Vicious y Mentecato.

Saludos

Therese

Cristián Kristian . dijo...

En realidad está super solo este doctor .

Buenas letras .