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lunes, octubre 13, 2008

Canción por Ella Fitzgerald y Louis Armstrong

Se requieren claves para apreciar la belleza, y sin embargo los poemas hablan por sí solos.
Rilke dice que la belleza es el umbral de lo terrible, lo que justo podemos soportar, y sin embargo no me conmociono ante sus versos; antes bien, me incomodan: no logro descifrar las claves que hay en ellos.
Creo que llorar ante un poema es demasiado, como una especie de sensibilidad fingida. El verdadero llanto proviene de la pena; todos los demás son fingidos. El verdadero llanto es sinónimo de tristeza, no de dicha. El llanto de felicidad es en el fondo un llanto de tristeza, pero ¿por qué? Tal vez porque se intuye lo que se va a perder; de allí que los poetas hablen tanto del paso del tiempo. Un poema hace llorar cuando el que lo lee descubre la belleza, pero ese llanto proviene ante lo que realmente se pierde. Y lo que se pierde es el momento, la intuición de la belleza. Se llora porque se traspasó el umbral, se comprendió lo que hay más allá y eso se perdió un momento después, cuando vino el llanto: se fue la vida.
Los poetas hablan de la melancolía que se arrastra con el paso de las horas. La vida está demasiado viva ante nosotros para verla. Apenas la describimos estamos describiendo el paso del tiempo.
Ella Fitzgerald y Louis Armstrong cantan, una vez más, "Summertime". Ambos están muertos. Casi toda la buena música que llega a nuestros oídos proviene de gente muerta.
La música también precisa claves, mas parece que las claves de "Summertime" son más fáciles de comprender, justamente porque no deben entenderse. Es posible que la clave esté en la repetición de una armonía que se extrajo de la naturaleza. La repetición lleva al acostumbramiento y al entendimiento y eso gusta mucho. Luego cansa. Cuando más se goza de la música es cuando menos se concentra uno en ella. Y sin embargo no puede estar pendiente de otra cosa para gozarla: debe prestarle toda su atención.
Lo que estremece es lo nuevo. Allí está lo terrible de que hablaba Rilke.
Si la muerte sólo fuera muerte, nadie le cantaría. Pero habiendo dolor... y habiendo olvido. Eso ya es otra cosa.
¿Por qué sufrimos tanto de ser olvidados? ¿Por qué le tememos tanto al olvido? Pues, porque hay una sensación de envidia por los que se quedarán con vida. Una intensa rabia indigna de ser expresada, que se convierte en dolor. Si nos quisiéramos menos, en el buen sentido, ¡la muerte podría ser tan buena compañera!
La vida era nuestra, ahora sólo es de ellos, ¡ay!
Y se llora.

2 comentarios:

Fortunata dijo...

Si esta tarde me sentara con una cerveza de esas que hacen en Valdivia y tú del otro lado de la mesa...quizá hablaramos de la muerte, del instante de moción, de la belleza....y tambien del olvido...

Besos

mentecato dijo...

Y se hablaría con los pies puestos en la Luna.