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miércoles, junio 30, 2010

Nuestro Hermano

Eros y Tánatos, Leda y el Cisne, Eros y Psique, Dafnis y Cloe, Tristán e Isolda, Antígona, Empédocles, Schiller, Hiperión, Catulo, Dante, Voltaire, Rousseau, Danton, María Estuardo, Inocencio VIII, parejas y nombres sueltos que sentía que debía aprender de memoria, como si estuviera haciendo las tareas escolares, tareas que por lo mismo se olvidaban apenas rendía la prueba. Tareas que sin embargo se veía obligado a memorizar ante un nuevo examen.
Así era la vida de nuestro Hermano, un continuo aprendizaje de materias que venían desde el otro lado del mar y que habían sido siempre "las materias", incluso desde antes de la época de sus bisabuelos, antes de aquellos tiempos en que las familias ricas viajaban a Europa en barco y volvían repletas de novedades que los provincianos conocían asombrados y envidiosos.
¿Era ese su verdadero mundo?
Descubrió que ya era tarde para saberlo. Se había dejado invadir por una sustancia viscosa que se adhería y se confundía con su cuerpo. Estaba contaminado por una capa de cultura más espesa que el petróleo. Si había alguna esperanza, estaría en sus retoños, tal vez en sus nietos.
Lo único realmente suyo era su pueblo, sus calles, su ignorancia, sus deseos de construir, los besos que había dado y los sueños que tuvo, pero aun estos fueron sueños relacionados con otros mundos, otras maneras de ver las cosas, sueños de otros hombres, sueños que llegaron a su país como un viento huracanado y también como una niebla espesa y tranquila que se apoderó lentamente de las cosas.
Miraba a sus demás hermanos y los estudiaba, sin querer. En el Mercado gritaban de alegría ante un plato de pescado frito y un vaso de vino blanco y al abrir sus bocas descubrían divertidos huecos en sus dentaduras. Más tarde los veía comiendo carne con la mano, que sacaban de una parrilla; otros no se despegaban del computador, y había tantos que bailaban y bailaban hasta la madrugada, eufóricos de alcohol y sustancias energizantes. Los hombres volvían a amarse con los hombres y las mujeres se entregaban a otras mujeres, contagiadas con la nueva oleada.
Dicen que O'Higgins murió pronunciando el enigmático nombre de Magallanes.
Las últimas palabras de nuestro Hermano, casi ininteligibles, fueron "Violeta...Violeta"...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay algo de esa sustancia viscosa que nos envuelve a todos..... es el capullo con el que envuelve la araña a su presa, hasta que tenga ganas de devorarla..... caemos una y otra vez en esa tela de araña --- y nos envuelve el tejido viscoso..¿Cuál es nuestra última palabra? ¿acaso somos capaces de escuchar la nuestra,la verdadera mente nuestra?

¿Violeta era nombre de mujer o la sencilla flor de la violeta?

Un abrazo

S. M. L. dijo...

Violeta es el nombre de la artista que mejor representa nuestra chilenidad, Violeta Parra, autora de "Gracias a la vida" y otras bellísimas canciones-poemas, como "Volver a los 17","Casamiento de negros" y tantas más.
Un abrazo
dr. Vicious

mentecato dijo...

He regresado de mis vacaciones. Le leo. ¿Volverán las narraciones rancagüinas?