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lunes, agosto 23, 2010

Canto a los mineros de la mina San José

Ellos no sabían si eran tardes las que llenaba el silencio con su melancólico pesar. Recordaban los días de sol, vagos, se frotaban las manos, se oía un hilo de agua, un suspiro contenido, lo demás era silencio de tarde silenciosa o de noche o de día, no se sabe, todo era igual allá abajo; aun así eran capaces de mantener la calma y esperar el nuevo día.
Alguien los alienta, los insta a recordar, les impulsa en sus almas el recuerdo de la vida plena.
El paraíso, entonces, es una guagua que llora, el hijo que se le parece y también el viaje a la ciudad a comprar vino, a comprar carne, el paraíso es la voz de la mujer y por qué no las tetas de una amante. El alma es invisible a otros ojos, se puede alimentar perfectamente de recuerdos prohibidos.
El paraíso, qué es el paraíso. Por qué vivir, a qué tanto, por qué se ansía la luz y por qué cuando pensamos en el cielo pensamos en la luz y cuando vislumbramos el infierno se nos abren profundas cavidades. Ya se vio que vivir no es un acto de heroísmo, las miradas y las cartas lo demuestran. Es harto más sencillo que eso. Volver a sentir el sol bajo la espalda, ver de nuevo al ser amado y encomendarse a Dios, a esa fuerza que la gran ciudad contempla, achatada, desde el microscopio de sus rascacielos.
Hemos sido todos, en el fondo, mineros, como ellos volverán a ser arriba pobres seres pobres de sueldo miserable, frío en las manos, manos gastadas y con suerte, insultos a los futbolistas del equipo perdedor la tarde del domingo, antes de pensar que todo empezará otra vez el día lunes.
Divagaban, maldijeron el día, la hora, el minuto de la mala suerte; tenían tanto tiempo para pensar como los presos de la cárcel, ya se lo quisiera uno en estos días, tiempo para pensar sin correr ni dar explicaciones, sin tratar de convencer a nadie. Tiempo era todo lo que tenían y de sobra, y sin embargo preferían otra cosa, como nosotros quisiéramos descansar sin prisa, ellos preferían otra cosa.
Incluso cuando emergió la sonda desde un punto ciego de la tierra preferían otra cosa, querían sin decirlo que todo empezara de nuevo y que la esperanza fuese un signo perenne, incumplido, intraducible, más allá de lo real, de lo que viene. Porque puede haber tanta tristeza en el futuro del tiempo que viene.
Honores, aplausos, el himno nacional, el llanto compartido en los honores, las cámaras de la televisión, la plata en el bolsillo, todo es tan vano, impotente, mero espectador del abismo ante los pies, la profundidad de los que esperan el paso de las horas.
El hombre les canta a los héroes y se olvida del enfermo, del anónimo farero, del minero de la mina de al lado, de la mujer que los espera en el burdel, de tantos héroes que nunca lo serán y morirán sin ser reconocidos. El amor no alcanza para todos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La vida es compleja. se la mire por donde se la mire, tiene vueltas a las que tenemos que acoplarnos, o no. A veces es peor lo cotidiano vivido con hastío

Y no estés triste.

Un abrazo

Sandra (Aprendiz de Cassandra) dijo...

El amor alcanza, pero a veces se derrama sin que podamos sostenerlo.

Quizás...

Beso