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lunes, diciembre 13, 2010

"Soy macho"

A los ocho años fui a dar al siquiatra porque movía los hombros.
-Qué le pasa al niño -le preguntó la doctora a mi mamá.
-Mueve los hombros, doctora.
-Qué más.
-Suspira.
-Bien, déjemelo.
Comenzó así una serie de sesiones en el hospital de Rancagua. La doctora había llegado hacía poco y mi mamá, utilizando sus influencias, logró conseguirme una hora por la cual, desde luego, en esos tiempos no se pagaba nada. Era la primera especialista en su género en la ciudad y había que sacarle partido. Por fin se sabría el origen del movimiento de mis hombros.
A poco andar comencé a revelarle otras rarezas, como hacer muecas con la cara, deslizar los dedos entre los pliegues de las cortinas para sentir el placer de la seda en mis manos, ordenarme a cada rato la camisa, en fin.
-Su hijo está lleno de tics -le dijo la doctora a mi mamá, cuando me fue a buscar.
A la tercera sesión le llevé mis cuadernos de historietas. Páginas enteras llenas de aventuras de jovencitos, partidos de fútbol, animales que hablaban. Las leyó atentamente, creo que hasta se divirtió leyendo. Mientras, yo esperaba en la silla. Después me devolvió los cuadernos y los guardé en el bolsón. Hoy no me queda uno solo; todos se los llevó el camión de la basura.
A la cuarta sesión me pidió que me autodefiniera.
-Soy macho -le dije de sopetón.
Como las sesiones eran por la mañana, el almuerzo de ese día fue calamitoso. Mi mamá contó en la mesa mi ocurrencia y todos se largaron a reír. Al principio no entendí cuál era el chiste; luego odié a la doctora, por andar contando cosas privadas.
El veredicto de la especialista fue el siguiente: mi madre era la culpable de todo, porque me exigía demasiado. Mi padre era inocente, aunque se tomara sus copas. Mis historietas eran la forma de evadir las limitaciones físicas por mi enfermedad al corazón. Pero ¿qué era eso de ser macho? ¿Un simple dicho infantil?
Pienso que la doctora no ahondó demasiado en ese asunto. Me hubiese preguntado más le habría contado que desde niño buscaba a un padre entre mis amigos mayores o mis maestros. Alguien sabio y bueno, inteligente, dinámico y forzudo. Yo mismo me sentía interiormente ese macho, más bien aspiraba a serlo, pero alguien de fuste debía reforzar la convicción. En mi adolescencia hallé un líder espiritual, en mi vida adulta di con el siquiatra-padre y más de uno de mis amigos se corresponde con esa imagen de padre-sabio o de padre que castiga aplicando el correctivo, de padre que me rebaja a mi ridícula verdad de niño.
La sexualidad no es solamente ir tras una mujer e intentar seducirla para prolongar la especie. Es una cosa más endiablada que eso y con el tiempo he llegado a convencerme de que nadie que se haga la pregunta de verdad está seguro de quién es realmente, en cuanto a su género. Conjeturo que lo más que obtiene, que no es poco, es concluir que es hombre porque le gustan las mujeres o que es mujer porque le gustan los hombres. En cuanto a mí, confieso que he pasado gran parte de mi vida tratando de desenredar ese nudo gordiano. Y estoy casi seguro de que cuando muera seguirá atado, como haciéndome burla.

1 comentario:

mentecato dijo...

Mis respetos y admiración total, doc.