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sábado, octubre 15, 2011

Acorralado

Como todos los seres humanos, tengo razones de sobra para estar airado, enojado o indignado. Y de hecho me siento así al menos cuatro a cinco veces en el día. Mi temperamento proclive a las venganzas ha venido incubando indignación desde la infancia, debido a que me enseñé a mí mismo que nunca había que levantar la voz, porque no era bueno desobedecer. Mi indignación es el producto de mis pequeños fracasos diarios, multiplicados por los años que tengo de vida.
¿Cómo se entiende entonces que me sienta cercado, acorralado, por las cosas que estoy viendo que pasan? ¿Y cómo se entiende que no marche, incluso que me indignen las marchas con las que el pueblo se llena la boca?
No es mi propósito repasar lo que ha sido mi vida, pero si no lo hago no se entendería lo que digo y pasaría por un momio, un viejo retrógrado, un fascista más de los que pueblan el planeta. Quizás lo sea, quizás la que viene a continuación es la definición perfecta de "viejo retrógrado". En ese caso no habría más que echarle tierra al asunto y sentarse ante la puerta de la casa a esperar ver pasar el cadáver del momento.
Nací en una ciudad de provincia
Viví en una población
Mi padre era obrero
Alcohólico
Faltaba al trabajo
Cada tres días llegaba ebrio
Era un tormento
Mi madre era profesora
Mi meta era sacarme sietes
Y regalárselos a mi madre
Soñaba despierto que mi papá se moría
Nunca dejé de quererlo
Me preparé yo mismo, di la prueba y entré a la universidad
Estudié gratis
Me cambié una vez de carrera
Volví a la original
Me recibí, entré a trabajar y me casé
Entre medio viví la Revolución en Libertad, el Imperialismo Yanqui, la Vía Violenta hacia el Socialismo, la Unidad Popular, la Revolución de las Flores, el Maoísmo, el Frente de Estudiantes Revolucionarios
Hice montones de colas para comprar pasta de dientes, cigarros, aceite, jabón y un cuantuay
Marché frente a La Moneda el 4 de septiembre de 1973
El Golpe me sumió durante 17 años en una especie de estado de tiniebla
No se me ocurrió otra cosa que trabajar, criar a mis hijos, mantener la familia
Endeudarme para comprar una casa, abrir tarjetas de crédito
Pagar las cuentas religiosamente
Sin chistar
Voté por el No en los tres plebiscitos
Llegó la democracia y yo estuve ahí
Trabajando igual que siempre, fiel a mi empresa
Prosperaba como prospera una hormiga que no ve más allá de cincuenta metros
Para qué seguir
De gusano me transformé en ciudadano apetecible
De pronto todos me deseaban
Los bancos y sus ofertas, las compañías de teléfonos celulares, los servicios de TV cable, los supermercados, las isapres, los fondos de pensiones, las grandes tiendas, la asociación de fabricantes de jaulas para canarios
Me preguntaba por qué tanto cariño y al fin me respondí
No fue tu talento, no fue tu creatividad, no fue tu imaginación
Fue tu obediencia
Hoy es tiempo de desobediencia, de indignación, de impaciencia
Contra aquello que nos ha estrujado hasta la última gota de nuestra sangre para procesarla, exportarla y enriquecerse a costa de ella
El momento que he esperado sin saberlo, desde que tengo uso de razón
Pero me siento acorralado, temeroso, asustado, viejo
No soy caballito de batalla, ni de joven lo fui
Los fuertes empujan todos contra el demonio gigante
Los cobardes callan
Siento que el mundo se va a dar una vuelta de campana y perderé lo poco y nada que logré construir
Qué fácil resulta en las revoluciones burlarse, despreciar a los hombres como yo
No saben, o lo disimulan muy bien, que después de las revoluciones viene el Nuevo Orden
El concierto de cerebros supremos
Que se rigen bajo las órdenes del Gobernador
Que distribuye la verdad suprema
A todos por igual
Se hacen los que no saben que en el Nuevo Orden siempre habrá los que ganan y los que pierden
Y que el porcentaje será el mismo que ahora, antes y siempre
Porque jamás alcanzará igual para todos
De eso podrían indignarse
Los marchadores románticos
De su propia ingenuidad

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido D: Me ha gustado este texto, me dio que pensar... es cierto, no es tan fácil todo, ni se cambia el mundo de un plumazo (por muchas marchas que organicemos, sin cambiarnos a nosotros mismos, no es cuestión de echar culpas sin asumir primero la parte de culpa que todos tenemos...
Pero es cierto que el sopor que había generado la sociedad de bien estar se acaba... el despertar nos muestra las bases sobre las que se sustentaba tanta opulencia... quizá lo mejor del movimiento social es eso que se mueven, que se reflexiona, que se busca y cuando menos a nivel personal algo se sacará de todo esto.
No somos jóvenes, hemos vivido, luchado, buscado y hemos sacado conclusiones, aun lo hacemos. Finalmente, lo importante es saber donde está uno, por qué y lo que eso significa.
No se deje apabullar por los jóvenes, pero déjeles el espacio que necesitan para crecer y aprender de su propia experiencia.(Ahora parezco una vieja monserguera, je je)

Un abrazo

mentecato dijo...

Pero qué notable texto, doc.