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jueves, octubre 13, 2011

Runy

Sus afanes de felino imberbe lo llevaron más lejos de lo que ordenaba la prudencia y murió tan cerca de su casa, la casa de sus amigos, amos no, como si desde el pavimento teñido de la calle quisiera volar a la puerta y no pudiera y se quedara tumbado con el golpe brutal, luminoso.
Vivió para explorar y no conoció el peligro. Fue salvado de las aguas por humana mano cálida que lo resucitó al nacer; creció rodeado de cariño, lo quiso hasta su enemigo natural.
Tuvo solo dos vidas, le faltaron cinco. Ese fue el destino de un gatito que viniendo a un mundo que no conocía salió tan pronto a desafiarlo.
Dormía por las tardes, daba gusto verlo echado en el sofá, calentando su cuerpo estirado con los rayos del sol. Ahora yace bajo tierra húmeda, la misma de donde vino, la misma que alimenta con las rayas de su piel.
Había olvidado el sabor de la muerte, la angustia del recuerdo que choca contra la base de la gran muralla china, los abrazos y hasta los llantos de pésame. Había olvidado las caminatas deprimentes y el mundo me las recuerda de golpe.
El mundo es una boca colosal que va comiendo y comiendo sin parar, cambiándolo todo para colmar su ansia infinita de renovación.
Pero hasta el mundo tiene sus días contados. Llegará el día en que será tragado por su padre. Ese será el día de nuestra venganza, pero no viviremos para disfrutarla.

1 comentario:

La Lechucita dijo...

El mundo es una boca colosal que va comiendo y comiendo sin parar, cambiándolo todo para colmar su ansia infinita de renovación.

Así es...pero no creo que necesitemos venganza, más bien aceptación y fluir con la muerte y renovación.
Un abrazo