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jueves, abril 12, 2012

La forma de vida americana

Tres ejemplos que recuerdo de la filosofía americana o la forma de vida americana.
1.- El 11-S Estados Unidos estaba golpeado, choqueado, desorientado y aterrado. Desde mi remoto país pensé, cándidamente: es la hora del diálogo, la introspección, la hora de la culpa, de que se pregunten "en qué fallamos, por qué este ataque tan brutal a nuestra gente". Pero la forma de vida americana respondió de la única forma en que sabía hacerlo. Lo hizo a través de su representante, quien anunció las penas del infierno, la guerra frontal hasta aplastar al enemigo.
2.- En Chile, el aire acondicionado es un lujo. Se usa en casos de excepción, cuando el calor es muy alto. Luego se desconecta, se apaga. La forma de vida americana no entiende ese raciocinio. La forma de vida americana usa el AC día y noche, noche y día. Y las casas no abren sus ventanas y he oído decir que incluso la gente no oye el canto de los pájaros ni siente la brisa que viene de los bosques. El gasto está incorporado en la amígdala del cerebro; la cosa es vencer al calor, negándolo. Igual pasa con los autos: se aseguran de nacimiento, y están condenados a morir.
3.- Una noche el canal Discovery difundió un documental sobre el combate a la malaria. Mostraron el mosquito que la puede transmitir y cómo estados completos del país del norte fumigaban las calles cada 15 días, en una lucha titánica por vencer  a ese mosquito, por hacer desaparecer hasta el último huevo. Era una batalla librada para ser perdida; esto es, para mantener el orden de las cosas. El mosquito seguirá existiendo siempre, pero la malaria se mantendrá a raya. Esa es la forma de vida americana.
¿Hasta qué punto negar la realidad, justificar la pertinacia? ¿No sería mejor negociar con el terrorista, con el calor, con el mosquito, repartiéndose el espacio, conviviendo todos juntos? Otras culturas lo hacen, la nuestra entre ellas. Pero la nuestra no es el poder principal, la de ellos sí. Nosotros nos abrimos los intestinos como fieras, pasamos por encima de los otros en nombre de nuestros derechos y jugamos al quién vive mientras en el cuarto de arriba se reparten el botín.
El buen camino del pueblo es denunciar, confiar en el conducto regular y esperar el castigo, si hay culpables. El buen camino de la autoridad es recibir la denuncia, investigarla y castigar a los culpables, si los hay.
Recuerdo haber leído la fábula de dos países vecinos. En uno de ellos, llamado Armonía, se aplicaba este último pensamiento, que no era ni el modo americano ni el chileno. En el otro no. Sucedió que un villorrio de Armonía que se sentía postergado elevó una solicitud al intendente, que contenía sus demandas. Lo primero que hizo el intendente fue pedir perdón por no haberse dado cuenta de que en su terruño reinaba la insatisfacción. Luego reunió a su equipo de trabajo y estudió las demandas una por una, dictaminando al cabo de dos semanas que algunas se podían atender y otras no. Naturalmente que a los demandantes no les agradó nada la respuesta porque al instante adivinaron que casi todo el origen de sus problemas residía en ellos mismos, de manera que todo culminó con un asado al palo, pagado por partes iguales. Al poco tiempo el villorrio floreció. Sin embargo en el país vecino, llamado Indignación, las mismas demandas fueron presentadas, el intendente las archivó, los demandantes se tomaron los caminos y el villorrio estuvo paralizado durante meses, al cabo de los cuales el intendente concedió algunas demandas y otras no. Todo terminó con la apestosa expulsión a boca abierta de litros de hiel en la plaza pública. El tiempo se encargó de darles su lección a las dos partes: el villorrio se había empobrecido.

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