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jueves, mayo 03, 2012

Polvo de estrellas

Recuerdo el calor, la densidad, la presión. Fue hace tantos años, cómo es posible que aún esté en mi memoria. Otros han olvidado; yo no he olvidado.
Cuando se apague la última estrella, ni aun así habré olvidado. Pero ya nada valdrá la pena. Los versos caerán derretidos hacia el abismo de sombras del que todo nacerá de nuevo. Tú y yo seremos la estrella del amanecer nacida de la nada. Y derribaremos a los titanes que nos estaban esperando detrás de la nada con sus hachas mortíferas. De la nada abriremos intestinos, el universo se bañará de sangre. El cielo vermellón. Y el Sol un diamante. Qué días nos esperan, Dudú, cuando todo haya sido escrito y en los archivos no quepa tanto premio Cervantes, tanto Neruda, Cernuda, Bustamante.
No hay amor en el espacio, Dios no inventó el amor. El amor es una desesperación, rebeldía que nace del calor, la densidad, la presión que arroja un polvo de estrellas al espacio, una desesperación sublime. El amor es nuestra necesidad, a Dios le han bastado por mientras las estrellas. Y cuando todo vuelva a ser oscuridad, se podría decir que Dios entrará en un estado de meditación que lo volverá santo, pues hasta ahora no lo ha sido, mas bien conquistador.
El espacio qué es el espacio. Un día cualquiera es una cosa matemática abstracta oscura y maloliente, risa de Satán, energía deseo libre no amarrado.
Esta tarde leí a Blake poeta visionario. Por la noche vi un programa de TV. Me enseñó a mirar las estrellas de otra forma. Caramba cuánto se aprende en un rato. Qué sería de mí si cumpliera turno de noche. Estaría detectando noticias como insecto, analizando cambios. Caramba cuántos años estuve de noche haciendo cambios, una noticia en vez de otra. Y fue un soplo.
Recuerdo ese día de julio sol frío echado en la hierba. Recuerdo que pensé están empezando las vacaciones de invierno, dos semanas por delante, debajo de un limón me parece que cerca de Requínoa a los 14 años en una jornada de la Jec. Éramos setenta, tal vez setenta y cinco estudiantes alrededor del padre Miguel. El sacerdote nos habló del amor, del corazón, de la amistad. Nosotros lo escuchamos, después dialogamos en grupos pequeños sentados en el pasto. En un recreo me harté de comer limones y se me pelaron las paredes de la boca, al caer la tarde entramos a la iglesia y comulgamos en la misa. Las vacaciones siempre son el día antes de empezarlas, después valen callampa.
Llegué a mi casa estaba oscura mi madre hacía un kuchen. Mi papá andaba en las tomas.
Qué sabía yo de polvo de estrellas, cuándo me iba a imaginar que al amanecer saldría un sol Dudú poniéndose en el mar.

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