El convoy se detuvo en el túnel. Por la ventana vio a los pasajeros del otro tren. Inmóviles, silenciosos y arrogantes, parecían fantasmas atrapados en el momento en que fueron sorprendidos por la eternidad. Desde su asiento se veían más largos que de costumbre, pálidas columnas amarillentas que iban a dar todas juntas al mismo cielo.
Nadie se hablaba, a nadie le importaba su vecino, tal como sucede entre los verdaderos habitantes del cementerio.
Fugaz visión la del testigo, fugaz entendimiento, la suerte del espejo.
El trabajo anónimo ha de ser recompensado con el tiempo, aunque éste sobrepase a la esperanza.
El observador reinició su marcha hacia el destino; los fantasmas no hicieron un solo gesto con el cuerpo, ni para bien ni para mal. Solos en su soledad permanecieron clavados dentro del carro, carro que se redujo a mancha difusa en la negrura del túnel.
A esa misma hora moría Pedro Soto.
Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
2 comentarios:
ME HA GUSTADO MUCHO!!!!
Un abrazo
Una pincelada de la vida y de la infinita oscuridad y olvido.
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