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jueves, octubre 25, 2012

Y el día aquel

Y el día aciago aquel en que se borre de la faz del universo el mínimo rastro de calor de las estrellas, antes luminosas, entonces cadáveres resecos; de todas las estrellas menos una, la postrera, que anunciará su muerte con siglos de anticipación, señal absurda en el espacio ilimitado, gastando lo poco y nada que le queda a su corazón de fuego, porque de esto se trata simplemente el cuento, de quemarse hasta morir, como el carbón que alimentó a los primeros trenes, como sus hermanas que ya habrán dado lo mejor de sí y andarán surcando locas el eter, chocando unas contra otras como nueces podridas, ni siquiera sacando chispas de sus topetones; ese día cuando llegue y haga de la eternidad una capa de ausencia que envuelva terrorífica los juegos infantiles, reminiscencia de auroras, despertares, ¿qué vendrá en tal instante que nosotros ni siquiera nos atrevemos a soñar? ¿Sufrirán las entrañas del agotado ser una revoltura en su masa informe para que de la nada surja la fuerza nueva que rija los destinos de la patria, de mi patria? ¿Cuánto habrá de pasar, cuánto silencio inútil del cosmos pensativo, abandonado a su suerte y sin embargo sereno, paciente, seguro de sí mismo, cuánto para que la mano divina que lo agita inaugure el nuevo ciclo? ¿O es acaso destino último del hombre descender a la vasta ciénaga hirviente donde un río conduce para siempre a moradas de tristeza, sin luz de sol, a los eriales de confusas sombras?

1 comentario:

La Lechucita dijo...

Hoy le leo, y mañana volveré y pensaré de nuevo en las estrellas que se consumen, que ya han muerto y en este camino que recorremos a ciegas, y asustados.
Me gustan sus escritos..., me gusta como escribe.
Un abrazo