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jueves, febrero 21, 2013

Aguas turbias

Un cúmulo de resentimiento descendía de su cabeza a las manos, como torrente desbocado de invierno altiplánico. La gente corría de un lado a otro, las aguas turbulentas se llevaban consigo paredes, cuadros, lámparas, animales; arrancaban árboles de cuajo. Desde arriba, el agitado cielo negro despedía rayos que caían al azar, sobre lo que fuera y sin aviso. No era mundo este, era un espectáculo solamente digno de entendidos. Había que ser atrevido o cínico para enfrentarlo. El viejo vestido de frac golpeaba como debía golpear y la miraba fijamente, sin misericordia, todos mudos frente a él, con la boca abierta de asombro.
A la salida su amante se limpió los ojos con un pañuelo. Al hablarle a su marido se le quebró la voz:
-Walter tocó mejor que nunca... ¡con una fuerza!
El marido, que no ignoraba lo que se escondía en esas lágrimas, llamó un taxi. Le abrió la puerta; ella se acomodó en el asiento sin dejar de mirar al teatro. Luego entró él, por la otra puerta.
-Al aeropuerto, por favor -le ordenó al conductor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy turbias, nada queda en su sitio.
Un abrazo