Vio una hilera de casas rodeadas de negrura, con la cordillera al fondo y en primer plano esas manchas luminosas que salpicaban la ventanilla del bus que lo conducía a su ciudad natal. Las casas eran vagones de un tren nocturno que corría a ninguna parte, los árboles volaban, una bicicleta lo hacía en sentido contrario, dos ancianos ante una puerta se alejaban a pasos agigantados. Y pensaba por qué le había tocado eso, si tenía algún sentido, si quería decir algo, y si no sería mejor otro tipo de vida, una vida en otro tiempo o en otro planeta y no hallaba qué concluir, si lo que veía era bueno o era malo para él y para el mundo. No era momento de grandes reflexiones, sino de constatar lo que estaba viendo: una hilera de casas de población recortadas contra el perfil de una cordilllera nacida millones de años antes.
Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
Visitas de la última semana a la página
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario