Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
Visitas de la última semana a la página
miércoles, marzo 19, 2014
El sillón del director
Un castillo medieval. Un vampiro a la antigua sediento de sangre. Una mujer rendida, de ojos entornados, en postura decadente. Una escalera de piedra. Un foco intenso a contraluz. Un megáfono. El sillón del director. Un mordisco a la distancia. Un mordisco a la distancia. Un mordisco a la distancia. Un mordisco a la distancia. Un casino a media luz. Un auto a la salida. Un chofer ansioso. Un timbre, una campana. Un camerino un actor demacrado. Un camerino una actriz viciosa. Un cine rotativo. Una cartelera con afiches. Una de vampiros. Un boletero. Una platea trasnochada. Un acomodador. Una linterna. Un vampiro viéndose a sí mismo. Una actriz. Un chofer. Un farol. Un auto vibrando en la penumbra. Un hotel de dos estrellas. Un actor. Una escalera de madera. Una habitación doble. Una lámpara de velador. Un televisor. Un baño. Un vaso de leche. Una actriz. Una escalera de madera. Una habitación doble. Un saludo. Un tocador. Un cigarrillo. Un bostezo. Una mueca de disgusto. Una cama de dos plazas. Un ronquido. Un chirrido persistente. Una pantalla de nieve.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario