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martes, noviembre 10, 2015

Un sueño en un sueño

Hace unos días se me apareció una ex colega en una pesadilla breve, intensa, cuyo final me despertó abruptamente. Es la esposa de otro periodista y siempre la he tenido por una mujer delicada, optimista y amante de su marido. Una mujer buena. Debido a una lamentable distracción de su parte, ella cruzaba la avenida con ademán preocupado y yo fui testigo de ese cruce impertinente desde la micro que me llevaba al centro. Al pasar ante nosotros la micro frenó y ella, en medio de la calzada, indecisa, decidió seguir atravesando, pero se encontró de frente con otra micro. El atropello era inminente, ante lo cual optó por tenderse a lo largo del pavimento, pero entonces pude ver claramente que la micro iba directo a aplastarla con su rueda izquierda, de los pies a la cabeza. Queriendo evitar la colisión caía en algo peor. El sueño se contaminó con el horrible verbo reventar, tan desagradable y violento. Cerré los ojos para no ver la escena y desperté. Estaba en mi cama y los primeros trinos anunciaban el alba.
Dos días después, de nuevo durmiendo, nos encontramos con otro colega en medio de una avenida muy parecida, si no la misma, detrás de un camión detenido que de pronto echó a andar, dejándonos sin protección. Nos costó llegar a la vereda, pues tuvimos que sortear dos microbuses. Con la situación salvada y mientras caminábamos hacia una plaza le narré mi sueño de dos noches atrás y le comenté cuánto se parecía a lo que nos acababa de pasar.
De modo que le contaba un sueño, dentro de un sueño.
Ya despierto, al menos lo relativamente despierto que ando durante el día, traté de imaginar el sentido de esas moles que me rodeaban debido a la torpeza de inmiscuirme en sus dominios; intenté desentrañar la mirada asustadiza, de reojo, de mi colega arrollada. Pero sobre todo analicé sin éxito la razón de recurrir a un sueño para contar otro sueño.
Esta mañana, al bajarme del microbús, decidí atravesar la calle a mitad de cuadra, a sabiendas de que el taco que se forma allí me permite caminar entre los autos detenidos. Esta vez el taco se disolvió en segundos, pero logré llegar a salvo a la otra vereda, a pesar de mi imprudencia. No alcanzó para una revoltura del corazón, pero me recordó ambos sueños, tan demoledores frente a esta pobre anécdota de la realidad.

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