Visitas de la última semana a la página

martes, febrero 23, 2016

La memoria. Decadencia, confusión

Amaneció sin fuerzas. Se levantó y le pesaron las piernas; caminó, se cansaba. En el comedor de diario tuvo que sentarse mientras el hervidor calentaba el agua. ¿Había entonces que encender la radio? No lo recordaba. ¿Debía desplazarse en bata o el mandato era meterse a la ducha y bajar vestido y rasurado a la cocina?
En vez de sumirse en la desesperación analizó la situación que estaba viviendo. Buscó papel y lápiz, para dejar el rastro de su pensamiento. Pero al momento de escribir había olvidado los signos, de modo que el papel registró garabatos únicamente descifrables para su mente de ese momento.
Quién soy. No lo recuerdo.
Dónde estoy. Creo que en mi casa.
Con quién vivo. No lo sé, mas también aquí otras personas parecen haber dejado sus huellas.
Qué edad tengo. Lo ignoro.
Soy un niño o soy un adulto. Me miro las manos y me digo que soy un adulto.
Qué debo hacer después del desayuno. No sé.
Podría llegar atrasado a mi trabajo. Sí.
Tengo un trabajo, estoy cesante o estoy jubilado. Puede ser.
No debo desesperarme. No.
Esto puede ser solamente una pesadilla. Sí.
Me duele el cuerpo. No, es cansancio.
Qué día de qué mes de qué año es hoy. Quisiera saberlo.
Estoy vivo o estoy muerto. Estoy vivo.
Estoy soñando o estoy despierto. Creo que estoy despierto, pero no lo sé con certeza.
Culminado el análisis, sorbió el té y mordió la tostada con mantequilla que su mujer le había dejado en la panera. Parecía increíble cómo ambos habían envejecido en tan corto tiempo. La sangre de las venas navegaba por sus manos contenida en ríos turbios y azulosos que sorteaban los huesos y arrugas.
Se sacó la bata; ella arrojó la suya al piso. Bailaron con la música de la radio, abrazados a pie pelado sobre la baldosa, sin decirse nada, desnudos, bañados en una vaga tensión.
¿Estás preparada?
No.  

No hay comentarios.: