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jueves, mayo 05, 2016

Una casa que hace agua

Debe tenerse en cuenta, luego de un acucioso examen a la casa, que no se trata de una simple gotera. Como en tantas ocasiones, se culpa a la empleada de desempeñar mal sus funciones, descuidar sus obligaciones y se la condena usando un tono elevado, una voz prácticamente fuera de las casillas; ahora los hechos revelan que no ha sido suya la responsabilidad.
No fue despedida, pero se ha contratado a otra, que la acompaña en sus deberes. Es más joven y por la noche, al acostarse, levanta las sábanas y muestra el poto. Surge un deseo de meterse en esa cama, pero algo lo impide y el incidente queda en las ganas.
Calles vacías en una noche oscura; de las esquinas surgen sombras de mujeres. La cabeza, un torbellino. Vueltas y más vueltas; ojos cansados, oídos necios. Vagabundos, malhechores, ratas de la noche proclaman débilmente su poder.
La casa, en tanto, hace agua. Desde el segundo piso se dejan caer las goteras de los sectores menos pensados. El gásfiter ha hecho su visita y dictamina que el problema abarca todas las cañerías del hogar, pero no asegura nada. De todos modos, aunque jurara de rodillas el éxito absoluto, no se le podría encargar un trabajo como ese. La rotura de las paredes y del piso de arriba entero conllevan un desangramiento patrimonial.      

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