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sábado, febrero 27, 2016

Vida almacenada

Vida almacenada, y si volara, qué.
A tu lado cae una mujer. Mi cuerpo está rígido, al suelo por creerme lola se disculpa ante tus ojos de hombre. Luego hace ejercicios ridículos con los brazos, un-dos, un-dos.
A leguas de distancia a mares de distancia el sueño de Endimión reposa, misterioso. Y aquí mismo, en la mesa del café, el maldito libro pirateado de Cortázar me roba las mejores páginas de Keats.
Yo sentía, yo siempre he sentido y oculté. Por mostrar lo que no era, he perdido. Me faltó esa valentía que no es temeridad sino locura apasionada que nace y muere en el centro de uno mismo.
Invoco al niño, pero el niño fue peor, ni por asomo hablaba. De modo que la barra de eucaliptus que rodeaba la laguna falsa del cerrito San Juan de Machalí, la turbadora ansiedad de bajar al pueblo por ese camino retorcido llevando en una bolsa los restos de la fiesta, la fila para esperar la micro roja que me devolviera a casa, el silencio después de un día agitado, el vacío existencial en la fila de gente, la brutal materia que encierra la espera de una micro, las voces de mis primos, los ecos de mi padre y de mi madre, todo aquello no salía. Atrapado, se agitaba en la coctelera de mi alma anestesiada.

martes, febrero 23, 2016

La memoria. Decadencia, confusión

Amaneció sin fuerzas. Se levantó y le pesaron las piernas; caminó, se cansaba. En el comedor de diario tuvo que sentarse mientras el hervidor calentaba el agua. ¿Había entonces que encender la radio? No lo recordaba. ¿Debía desplazarse en bata o el mandato era meterse a la ducha y bajar vestido y rasurado a la cocina?
En vez de sumirse en la desesperación analizó la situación que estaba viviendo. Buscó papel y lápiz, para dejar el rastro de su pensamiento. Pero al momento de escribir había olvidado los signos, de modo que el papel registró garabatos únicamente descifrables para su mente de ese momento.
Quién soy. No lo recuerdo.
Dónde estoy. Creo que en mi casa.
Con quién vivo. No lo sé, mas también aquí otras personas parecen haber dejado sus huellas.
Qué edad tengo. Lo ignoro.
Soy un niño o soy un adulto. Me miro las manos y me digo que soy un adulto.
Qué debo hacer después del desayuno. No sé.
Podría llegar atrasado a mi trabajo. Sí.
Tengo un trabajo, estoy cesante o estoy jubilado. Puede ser.
No debo desesperarme. No.
Esto puede ser solamente una pesadilla. Sí.
Me duele el cuerpo. No, es cansancio.
Qué día de qué mes de qué año es hoy. Quisiera saberlo.
Estoy vivo o estoy muerto. Estoy vivo.
Estoy soñando o estoy despierto. Creo que estoy despierto, pero no lo sé con certeza.
Culminado el análisis, sorbió el té y mordió la tostada con mantequilla que su mujer le había dejado en la panera. Parecía increíble cómo ambos habían envejecido en tan corto tiempo. La sangre de las venas navegaba por sus manos contenida en ríos turbios y azulosos que sorteaban los huesos y arrugas.
Se sacó la bata; ella arrojó la suya al piso. Bailaron con la música de la radio, abrazados a pie pelado sobre la baldosa, sin decirse nada, desnudos, bañados en una vaga tensión.
¿Estás preparada?
No.