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sábado, julio 06, 2019

El mordisco imaginario

Era un camino de tierra, como siempre un camino de tierra, en bajada. Yo y mi cadena mediana, que hacía girar a más no poder. Detrás, las figuras de la televisión, que se disponían a humillarme, rostros perfectos de hombres y mujeres, guapos en sus trajes, bromeando entre ellos, no podrás escaparte de nosotros, ¡tu cadenita, de qué vale! y sin embargo hay que esquivarla. Pero le di y hasta lo dejé atrapado al más alto, al de Megavisión, que aguantaba y superaba el dolor con gestos dramáticos; claro que no había logrado hacerle daño, era una cadena hasta cierto punto sin importancia, elemento de poca fuerza, o quizá un golpe mal dado, o tal vez lo asimiló bien, no lo esquivó pero supo asimilarlo. De modo que el desenlace venía siendo previsible, como en los sueños, toda la escena estaba destinada a mi sufrimiento, a ser atrapado por ellos, acogotado, ahorcado en un rincón, aunque me quedaba la cadena; si la hacía girar podría darle en plena espalda y liberarme, lo que no ocurrió. Entonces la mente ideó una última salida, el mordisco en el brazo, mordisco de perro, y así lo hice: giré la cabeza y mordí hasta sentir la carne del victimario, a sabiendas de que después vendría la paliza.
-Despierta -me abrazó mi mujer- despierta, mi amor, estás soñando.
Llevo varias jornadas saltando, manoteando y pateando en los sueños. Quizás debiese poner una almohada entre ella y yo. De vez en cuando conviene tomar ciertas precauciones.