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miércoles, septiembre 11, 2019

Tres preguntas a la Luna

Yo ya he cumplido mi tarea y hoy transito hacia el depósito de la confusión; los hechos han situado a mi vanidad donde siempre estuvo, donde nunca quiso estar.
Recién abría mis ojos cuando me atribuí un valor. Y en eso me llevé a tantos conmigo.
He perdido días, meses, años completos al acecho de rostros, cerebros influyentes absortos en sus propios temas con tantas cosas que pensar,
como niño esperando ante una puerta cerrada.

Destino aciago el del artista; vivir pendiente de sí mismo construyendo ficciones a partir de la gota de fuego que brota de su alma.
Tal vez por eso ya no más cerebros influyentes, no más mirar hacia uno u otro lado de la tierra.
A mi edad, hoy ya me puedo dar el lujo de hablarle a la Luna sin temor al ridículo. Por qué no, si ella es más grande que nosotros, guarda más secretos,  presagia tantas cosas.

Luna, tú que aún te hallas a medio camino, con millones de años de vida por delante
(no sé si envidiar tu horizonte o compadecer tus vueltas inmutables)
¿me puedes enseñar, decirme algo sobre los días que me restan?
¿Intuyes los años que para ti vendrán?
¿Aguardas tu final con la misma dignidad del Sol y las estrellas?

Todo ha sido dicho, afirma la soberbia humana.
Pero qué hay del significado de los mensajes que no llegan.