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viernes, junio 09, 2006

Forjando la mediocridad

Fui forjando mi mediocridad a punta de genialidades. Decían primero de mí: "Es aquél de las genialidades". Luego los mismos decían: "Es el loco de las genialidades". Después dijeron: "Aquél, el loco". Finalmente se reunieron en secreto y dictaminaron: "Ya está siendo la hora, pero no se lo digamos todavía".
Yo no he cambiado en toda la vida, he sido igual de chiquitito, desde que ansié superar en fama a Jesucristo. A mí lo que me hundió fue la repetición de originalidades. La gente se hastía de ver siempre lo mismo, quiere novedad. La novedad se llama juventud.
Pero me está salvando, si el término cupiera, el desprendimiento del ego. Cada mañana, al levantarme, queda en la bajada de cama una capa de piel escamosa. Al salir de la ducha me palpo las mejillas e intuyo que aún me quedan unas cuantas capas. Hay unos médicos que operan de una vez y el paciente sale a la calle menos que como Dios lo echó al mundo; sale como un atado de nervios. Yo soy de los que opina que es preferible entregarse al destino. Tal vez mi destino sea la celda 23 del patio 10 de la Penitenciaría. Pero eso, si está escrito, no se sabe.

2 comentarios:

Lila Magritte dijo...

No hay que entregarse tan fácilmente a un destino maltratador.
A veces es mejor sobreponerse la capa de piel escamosa como un manto protector y dar la pelea con el honor que pide el ego. Aunque si pensamos bien, siempre estamos en algún patio de la penitenciaría dando la hora como locos, tratando de ser originales.
Abrazos doctor.

Anónimo dijo...

Me encuentro con un notable cuento breve: perfecto, completo, feroz, un recto al mentón del lector.

Mis cariños, Dr.