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viernes, agosto 28, 2020

La Constitución, el último MacGuffin de Alfred Hitchcock

Extraigo este párrafo de Wikipedia, tal como podría hacerlo cualquier lector:
"Un Macguffin (también MacGuffin, McGuffin o Maguffin) es un elemento de suspense que hace que los personajes avancen en la trama, pero que no tiene mayor relevancia en la trama en sí. MacGuffin es una expresión acuñada por Alfred Hitchcock que designa una excusa argumental que motiva a los personajes y al desarrollo de una historia, pero carece de relevancia por sí misma. 
El elemento que distingue al MacGuffin de otros tipos de excusas argumentales es que es intercambiable. Desde el punto de vista de la audiencia, el McGuffin no es lo importante de la historia narrada. 
Hitchcock afirmó en 1939 sobre el MacGuffin: "En historias de rufianes siempre es un collar y en historias de espías siempre son los documentos". Hitchcock explica también esta expresión en el libro-entrevista con François Truffaut "El cine según Hitchcock": "La palabra procede de esta historia: Van dos hombres en un tren y uno de ellos le dice al otro '¿Qué es ese paquete que hay en el maletero que tiene sobre su cabeza?'. El otro contesta: 'Ah, eso es un McGuffin'. El primero insiste: '¿Qué es un McGuffin?', y su compañero de viaje le responde: 'Un MacGuffin es un aparato para cazar leones en Escocia'. 'Pero si en Escocia no hay leones', le espeta el primer hombre. 'Entonces eso de ahí no es un MacGuffin', le responde el otro".
¿No se parecen toda esta sarta de absurdos e insignificantes argumentos que aun así la gente sigue con hipnótico interés a nuestra anhelada nueva Constitución?

viernes, agosto 21, 2020

21 de agosto, 22 de agosto

Tejado sombrío bajo la lluvia del 21 de agosto que cae sobre la tierra de secano; recuerdos de María Williams, la escuela María Williams de San Vicente de Pucalán. 
Algo inconsciente me ha llevado a ese atardecer de 1971. Hoy es 21 de agosto, víspera del día de la locura del amor, día de las decisiones inconscientes.
¡Cuántos niños abusados vagan por el mundo! Genialidades puras, poesías ambulantes que adornan lejanas islas del Atlántico. 
La belleza, la belleza, la belleza...
¡Cuántos pobres de espíritu y de raza persiguiendo algo que jamás les será concedido! Almas oprimidas por el peso del destino y el peso de las comparaciones. 
Si pudiesen ver sus ojos el daño que se hacen, entonces no habría que temer; y si el corazón juvenil fuese un poco menos desbocado, qué triste que sería el mundo, y si los ricos salieran de la tierra y entraran en el reino de los cielos, cesarían los temblores.  

martes, agosto 18, 2020

Los planes

Como si fuese una malla de pesca salida del pantano, mis sensaciones brotan mezcladas, pero priman los tonos oscuros. El mal genio de costumbre, las aprensiones de siempre, hasta las buenas noticias les auguran tragedias a mi mente. Antes no era así, no recuerdo haberme preocupado tanto por una picazón en la espalda, una puntada, un escozor, qué decir de una repentina expropiación de mis fondos, del malestar de la gente. ¡Pero si hasta las elecciones en los Estados Unidos me están quitando el sueño! 
Tiendo a pensar que la carga aumenta con la compañía y que la soledad aliviana, pero ¡hay tantos corazones solitarios, tantas vidas impotentes que fueron a dar al resumidero! 
Estoy perdiendo horas preciosas, días preciosos. Escribir ya me está sonando falso. ¿Debo velar mi yo real cuando lo reemplazo por mi yo poético? Y si no lo hago, ¿qué mamarracho de poesía estaré escribiendo?
No creo que la solución del problema pase por aspirar el aire fresco del invierno y gozar la vista de los castaños durante mi caminata matutina. El amor tampoco me hará cambiar; el amor es algo de momentos, no se sostiene como sensación eterna, sí como disposición, pero eso equivale a una declaración de principios grabada en un rincón de la agenda, no a la paz del alma. Mejor sería contentarme de ver con buenos ojos todo aquello que me rodea, personas y animales, plantas, incluso las noticias de la televisión. Me haría mucho bien, por último, desprenderme de los planes, porque son los planes los que echan a perder la vida. Lo voy descubriendo un poco tarde, y aun así me aferro a ellos.   


martes, agosto 11, 2020

Correrías en torno a un galpón

Mi prueba se había perdido en la carpeta y a mi amigo el Viejito Olivares ya le habían demostrado sus errores, infantiles, que lo hacían reprobar por esta vez. Otra prueba, muy limpia, marcaba un número siete, un siete con filigranas y raya cruzada. El profesor Gai, gran amigo nuestro, partía a otra sala, insistiendo en que mi prueba se hallaba en la carpeta. Rebuscando entre sus hojas de cartulina la encontré; un siete muy buen puesto a una prueba perfecta.
Mi atractiva colega me esperaba en su auto para llevarme a su casa. ¡Pero qué haces! Manejaba acostada en el asiento, con la cabeza hacia los pedales. Parecía ser que maniobraba el volante con la ayuda de un espejo, porque subía perfectamente las estrechas calles y doblaba bien las curvas en las esquinas.
La carta de presentación de su casa en la playa era una angosta terraza de madera, pero adentro se abría un verdadero galpón. Llegaba el momento de acercarnos, y al darle un largo beso noté algo desencajado en su boca, enfermizo. Además, ambos sabíamos que estaba derrotada; eso me confirmó que yo no lo iba a hacer con placer. Aun así, el encuentro se estaba por producir cuando oímos un movimiento de gente venido de arriba, que aguaba nuestras sucias intenciones. Eran otros colegas, que corrían por andamiajes que daban a la escalera que bajaba hacia los balcones laterales. ¿Cómo explicarles nuestra situación? ¿Por qué nos hallábamos ahí en el centro del depósito, escondidos, dispuestos a acometer la estupidez de un acto sin deseo y sin amor? Optamos por callar, aunque lo planeado se esfumaba entre las correrías en torno al galpón de esa gente que ni siquiera parecía tomarnos en cuenta.
La vida es un acertijo de sentimientos, sentir, sentir. Yo siento algo, pero no lo digo. Y tú, dime qué sientes en verdad respecto a mí. Lo que siento respecto a ti yo lo sé, pero no te lo digo. Así nos llevamos.
Desde la placidez de mi terraza temperada escuché una voz oculta. Fui a mirar; la voz venía de la calle, la tapaba una rama de crategu que me sirve de barrera contra el mundo. El hombre se hallaba apoyado en el pilar y solo le veía su mochila gris, raída. Hablaba arrastrando las palabras, borracho, y eso lo descartaba como sospechoso. "Me robaron todo... me robaron todo", repetía. Recordé a mi padre, tantos años que gastó, sin horizontes, destruyendo una a una sus razones para vivir. Pensé que el hombre hablaba solo, luego descubrí que portaba un celular. "¡Quiéreme!", pedía nítidamente, a sollozos, luego de lanzar un mar de frases ininteligibles.
Algo me ausentó de la pieza. Cuando volví a mirar ya no estaba.