Visitas de la última semana a la página

lunes, mayo 29, 2023

Hora de tropiezos

En sus instantes de agobio, que los tenía, como casi todo el mundo, caía vencido ante la certeza del vacío que los demás días lograba ocultar bajo el disfraz de una ingenuidad que se había convertido en su escudo de la buena suerte, carta de presentación, santo protector.
Con el correr de los minutos, la falsa imagen autoedificada desaparecía ante la arremetida de una pequeña molestia anclada en un lugar insignificante de su cuerpo, pero que trasuntaba un peligro que finalmente desembocaba en el horror, el horror al sufrimiento en la antesala de la muerte.
Sabía que eran momentos pasajeros, que podían durar uno, dos, seis días. La felicidad que proporcionan los placeres de la vida volvería a instalarse con sosiego en su habitual sentir. Al menos de eso podía estar seguro, mientras no apareciera una nueva señal.
No por eso la sensación debía desecharse.  

viernes, mayo 26, 2023

Bajezas

Una vocecilla flacuchenta que tienta desde la boca del estómago, que incide a pecar; un ligero escalofrío agridulce cuando al autor le aparece un arma en las manos; una remota sed de revancha ante ligeros ataques empolvados por el tiempo, he allí el semblante de las ligeras bajezas humanas, aquellas que provocan ligeros daños irreparables a quien las ejecuta y a quienes las reciben. 

Los vientos

No solo Vargas Llosa estremece y se estremece con vientos despedidos más allá del charco. Acá también han llegado, no los mismos; atravesaron la conciencia y la vejez vienen del cielo, remecen la cabaña y dificultan el sueño; son fuerzas conmovedoras que entran y se van sin ninguna indiferencia, porque no la sienten; sin ningún pudor, que no lo tienen; solo ese ulular feroz, delirante, enloquecido, ese silbido que les da su esencia al superarlos. 

jueves, mayo 18, 2023

Cadáveres ilustres

Cadáveres exhibicionistas desfilando ante mis ojos, pelotones de carne putrefacta que engrandecen el pasado, minimizan el presente. 
Cuerpos como esos de hombres y mujeres lo obligan a preguntarse a uno cuándo dio el paso en falso, en qué momento uno se fue por la berma del camino, cuántas agallas le faltaron para dar el salto, qué ridículo habría hecho uno supliendo las funciones de sus cadáveres amigos.
Aunque también surge una primera pregunta, una beneficiosa duda, de si todo cadáver fue mejor, acompañada de una segunda duda, la de si los que han caminado por la orilla cuentan con el sano derecho a poseer estilo.
Divagaciones, vaguedades, mentiras verdaderas, lo que importa son los hechos, la historia es lo que importa; el presente solo tiene un valor engañoso en la conciencia profunda.

miércoles, mayo 10, 2023

Su Majestad Carlos III acude al dentista

(Versión original publicada por "The Sun" bajo la firma de Jeremy Clarkson, autor de una corrosiva columna anterior en contra de la duquesa de Sussex, Meghan Markle. Traducción al español del profesor Bruburundu Gurusmundu). 

Mis fuentes en la realeza británica me han asegurado que días antes de ser coronado, Su Majestad Carlos III debió acudir con cierta urgencia al odontólogo. Debido a que el profesional que lo atiende desde hace 45 años (es decir, cuando el entonces príncipe Carlos tenía 29 años) no se encontraba en Londres, sino en las Maldivas, gozando de unas merecidas vacaciones, el monarca debió acudir a una clínica situada en el área urbana de Chelsea. Aunque la visita fue planificada y posteriormente materializada en la más completa discreción, resultó imposible guardarla en el anonimato, debido a que al momento de descender del Bentley State Limousine, la cola de armiño de su capa de ocho metros se le atascó en la pisadera y para liberarla hubo que solicitar ayuda a un par de vecinas que transitaban por la calle. Fueron estas quienes alertaron de su presencia al vecindario, aunque los hechos no pasaron a mayores gracias a la oportuna intervención de agentes del MI-5. 
La transcripción del caso rotulado por dicho servicio de seguridad como "Pieza 16", por corresponder a la muela ubicada en el maxilar superior, a la derecha, dos antes del fondo, es una contribución ad honorem a la causa patriótica del Reino Unido por parte de uno de los testigos presenciales de la atención, cuyo nombre se omite en aras de su seguridad.
(Suena una campanita al abrirse la puerta de la consulta).
Adelante Su Majestad.
(Entra el rey Carlos III con su agregado).
Buenos días señorita.
Buenos días Su Majestad qué se le ofrece.
Venimos por lo de la muela.
El dentista está atendiendo a una señora y se desocupa al tiro. Tome asiento mientras tanto. Por ahí están las revistas. Usted señor también puede tomar asiento.
(El agregado).
Paradito no más.
¿Hay alguien antes que nosotros?
El caballero de corbata verde, pero dice que le cede su hora, dice que él puede esperar.
Gracias caballero.
Faltaba más Su Majestad. Aprovecho de felicitarlo humildemente por su inminente ascenso a tan supremo destino.
Gracias caballero. Usted de qué equipo es.
Yo soy del Chelsea.
Nosotros somos del Burnley.
Felicitaciones Su Majestad. Acaban de ascender.
Así es. 
Su Majestad...
Díganos, señorita.
¿Paga con Isapre o Fonasa?
Particular.
¿Tarjeta o efectivo? 
Tarjeta.
Si gusta se acerca.
Cómo no. Chester... 
Son 245 libras. Pago por adelantado. Supiera la de clientes que han hecho perro muerto. Nuevas normas, comprenderá. La inflación. El Brexit. Acerque la tarjeta, póngala en esa esquinita... Digite la clave... ¡Aprobado! ¿Le imprimo el recibo?
(Una paciente de edad sale de la consulta. El dentista la lleva del brazo y le habla).
Recuerde no morder por este ladito por unas dos horas.
¿Puedo tomar café con leche doctor?
Claro que sí. Y no se olvide de pedir hora con la secretaria para la próxima semana.
Doctor, doctor...
(Se le acerca y le habla al oído).
Ese se parece tanto al rey. Es igualito...
Bien, señora, pida horita para la próxima semana.
(El dentista vuelve a la consulta. Aparece una joven de uniforme celeste).
¿Don Carlos III?
Nosotros somos.
Adelante.
(El rey Carlos III entra a la consulta con su agregado).
Buenos días Su Majestad Carlos III, monarca perfecto, Dios hecho hombre. Permítame besarle los cordones de los zapatos pero primero permítame abrocharle el zapato izquierdo.... Ya veo que es un Crockett & Jones modelo Oxford, dicen que es el único zapato del mundo a prueba de juanetes. 
No nos tiremos al suelo doctor. Con que nos hinquemos basta. Cordón con dos rosas s'il vous plait.
(Se hinca el dentista. Le abrocha los cordones del zapato izquierdo).
Y qué se trae entre dientes Su Majestad.
Esta muela de arriba doctor, esta de acá.
Póngase cómodo Su Majestad, sáquese la capa y déjela en la silla si gusta.
Gracias doctor. ¿La corona también?
Sería ideal. Puede dejarla sobre la capa.
Qué linda la corona.
Muy linda señorita. Muy... histórica.
¿Cuántos diamantes tiene?
Vayamos a saber. Dicen que como dos mil ochocientos.
¿Me la puedo probar?
Cómo se le ocurre Priscilla, deje al rey tranquilo.
Pero si el rey me da permiso... es para sacarme una selfie.
No problem. Nosotros la dejaríamos pero nuestro agregado es un celoso guardián del protocolo y nos ha advertido que no cedamos por ningún motivo a los caprichos del pueblo porque o sino el pueblo se nos va a subir hasta más arriba del paracaídas.
A mí cuando estaba en la escuela de asistencia dental de Peckham me sacaron reina y me pusieron una corona, pero eran puros vidrios, pero era bien bonita, pero no era tan bonita como la suya. Por eso...
Priscilla, no moleste a Su Majestad con sus historias. No le haga caso Su Majestad.
Al pueblo se le debe escuchar doctor... lo dejaremos en las manos de Chester.
(El agregado dice no con el dedo índice).
Pase al sillón Su Majestad.
Encantado.
Tiene nervios de acero estoy viendo.
Hemos vivido preparándonos para esto.
Ábrame la boquita... así... un poco más... vaya vaya... esto es serio... ciérreme la boquita.
Qué le pasa a nuestra muela doctor.
Está malita Su Majestad.
Y qué podemos hacer.
Un poquito de anestesia, luego una pasadita de máquina, otra pasadita de máquina, otra pasadita de máquina, hago el tratamiento de conducto, sacamos el nerviecito y estamos LizTaylor. Una horita, hora tres cuartos a lo más. Haga cuenta que estará viendo un partido. ¿De qué equipo dijo que era?
Del Burnley doctor.
Ah, pero si acaba de ascender.
Así es. Estamos tan contentos. No sabemos qué es mejor, si el ascenso a la Premier League o la coronación.
El ascenso Su Majestad el ascenso no tenga duda alguna.
¿Nos va a doler doctor?
Nooo... no tanto. Cómo se le ocurre Su Majestad.
¿La cara se hincha?
Un poquito.
¿Pero alcanzaremos a deshincharnos para la coronación?
Siempre que no se zampe un lebrillo de porotos ese dia... ¡Juajuajuajuajuá! Perdón Su Majestad. Me tome una pequeña licencia. Me acordé de un episodio de Benny Hill. No debí... Lo siento tanto...
(Habla el agregado).
¿Se toma preso al odontólogo Su Majestad?
No lo pongamos nervioso Chester... A nuestra madre no le gustaba Benny Hill. Le gustaba más Mr. Bean. A Benny Hill lo encontraba pervertido. Decía que le gustaba más el viejito pelado. Pero el que más le gustaba era Norman Wisdom. 
¿Y usted con quién se queda Su Majestad?
Lamentablemente carecemos de sentido del humor. Preferimos la música de Sir Edward Elgar, especialmente el concierto para violoncello. Pero notamos que nos está haciendo demasiadas preguntas. Vamos a lo que vinimos de una vez.
Bajo el sillón Su Majestad... un poco más... un poco más... bajando... anestesia, Priscilla.
Puta la media jeringa.
Tranquilo Su Majestad... va a doler su poquito... así... otra más en la encía... así... una más en el paladar...
(El rey Carlos III levanta un brazo.)
¿Dolió?
(El rey Carlos III levanta el pulgar.)
Ya pashó. Ahora esperaremos que se duerma la zona. Descanse please.
Se nos está enchuecando la boca doctor, nos está cogggtando modulaggg.
Es normal rey Carlos III Su Majestad Perfecta Dios hecho hombre. Ahora vamos a empezar. Quédeseme tranquilito por el bien del reino. Priscilla...
¿Alicate doctor?
Alicate.
¿Sierra?
No todavía. Cuchillo número cinco.
Cuchillo número cinco doctor.
Fresa de turbina.
Fresa de turbina doctor.
No, otra más grande.
¿Esta fresa doctor?
No, la más grandecita... todo bien Su Majestad... 
(Suena la fresa).
¡Chrirrrriiiiiirrrrrriiiiiiiiiikkkiiiiiiiiiiiiiikkkkkkiiiii!
¿Y el Burnley se la podrá en la Premier League cree usted Su Majestad?
Nosógggo ggguémo ggguenó... peggggo epegggganza nugggca ggggue piegggue...
Chutearon unos goles muy bonitos... ese negro grandote... un negrazo... algodones Priscilla.
Algodones doctor.
Métale la cánula de succión mire que me está chorreando de baba... 
(El rey Carlos III levanta un brazo).
No tan adentro la cánula Priscilla que a Su Majestad le está dando arcada.
Aggggggg.
La tengo afuerita doctor.
No tan adentro Priscilla... debajo de la lengua, pero no tan adentro... ¡Ahí sí que sí! ¡Ecolicuá! Ya nos falta poco Su Majestad... queda lo menos.
Ojaggggá... Ggggacia.
¿Duele?
Uggg poggggguito...
Ya va pashar. Más anestesia Priscilla.
Nooo dogggggtó taggguién agggguí. Gggggoy vagggguiente...  
Bueno ya está pashando Su Majestad ya estamos cashi cashi... la caries era más grande que una aceituna... ¡Una caries real Juajuajuajuajuá..! pero ya se fue, se fue como el pañuelo que se lo llevó el río... ahora el nerviecito va saliendo... ya se va desenrollando el nerviecito... el conducto está quedando limpiecito... Ese negro es muy bueno para la pelota, ¿vio el gol de chilena que se mandó en la última fecha? Un monumento de negro... Tiene buena tragadera Su Majestad... ¡bocaza impecable! Una pura cariecita... eso era todo... Ya estamos terminando... Tapando conducto... Tapando conducto... Retire los algodones con sangre Priscilla, que llegan a estilar de mojados que están.
Retirando algodones doctor.
¡Cuidado con el armiño!
La embarré doctor lo siento voy a buscar un trapito.
Chester, ¿tendrán en la alacena del reino un limpiador de armiño de excelencia?
Hay de todo doctor.
Dejémoslo manchadito entonces, allá lo limpian al estilo del Palacio de Buckingham como se dice.
(El rey Carlos III abandona la consulta).
Encantado de haberlo atendido Su Majestad. Recuerde que tiene horita en quince días más, no se le vaya a olvidar. Ahí le pondremos la corona, ¡esa sí que será una linda corona, blanca como el armiño!... ¡Más blanca que el armiño!... ¡El único rey con dos coronas...! 
¿Haggggta qué hoggggga vamogggg a teggggguer la bogggga chueggggga dogggggtó? 
Media horita a lo más. Ni se va a dar cuenta cuando estará hablando de nuevo como rey Su Majestad.
Ggggggacia dogggggtó... Haggggta pgggggonto Piwwiwwa.
Adiós Su Majestad ¡y gracias por tan maravillosa aventura!


jueves, mayo 04, 2023

Julchus

Llego a la hora señalada; Julchus me está esperando en el café. Años que no nos veíamos.
Caminando hacia el sitio del encuentro me dio por recordar su figura y asociarla al deterioro natural que causa el paso de los años. Yo he cambiado de aspecto, ahora tengo barba y un ligero sobrepeso, el cabello ralea; hubo ocasiones en que viejos conocidos no me reconocieron en la calle. En consecuencia, no debía sorprenderme ante el Julchus con el que me toparía a la vuelta de la esquina, máxime si en el mensaje previo por correo me había advertido sobre "ciertos problemas de salud" que me detallaría al momento de vernos. 
Pero él estaba casi igual, salvo por su calvicie, aunque su calvicie ya se preveía en nuestros tiempos, ahora solo era una constatación. Se levantó y nos dimos un abrazo. Entonces advertí un cambio más dramático. 
Antes de sentarnos nos cambiamos de mesa: el sol de la tarde me daba de lleno en la cara en la que él había elegido. 
De modo que allí estábamos los dos amigos, dispuestos a ponernos al día, Julchus y yo.
Cuando me disponía a hacer la pregunta de rigor me advirtió que hablaría una sola vez del tema y luego pasaríamos a otras cosas. Claro, Julchus, dime. El día que se jugaba la final del Mundial me levanté al baño... ¿Estabas por Francia o por Argentina? Por Argentina... Me levanté al baño y no pude hacer, no me salía ni una sola gota. Mi hermana me acompañó a la posta, me examinaron y me pusieron una sonda, que llevo hasta el día de hoy, por eso te decía antes de vernos que tengo que estar cerca de un baño. La próstata me estaba estrangulando la vejiga... Ah, chuta. Después me ordenaron una biopsia, pero yo me resistía, porque no me gusta que me intervengan. El doctor dice que hay muchas posibilidades de cáncer, pero cuando conseguí hora no me la practicaron porque según la secretaria no había cumplido con el protocolo. ¡Pero cómo señorita, si el mismo doctor me dio la hora! Ah, déjeme llamarlo, y lo llamó. El doctor estaba atendiendo a otro paciente y contestó: "Reagéndelo". ¡El mismo doctor que dijo que la biopsia era urgente ahora atendía a otro paciente y me reagendaba! Así que ahora estoy en la cuerda floja, pero yo me lo busqué y estoy resignado. No fui al médico cuando debí ir y parece que ahora podría ser tarde, porque además, salga positiva o negativa, hay que operar sí o sí...
Julchus tiene esas cosas; de su figura fluye un aura trágica, que asume con resignación. Según sus mismas palabras, su leit motiv es reclamar contra la injusticia, conducta que desde luego no le ha dado réditos. Yo le repasé brevemente los pormenores de mi vida de casado, de padre y abuelo, las inversiones que había hecho, aprovechando mi estadía de cuatro décadas en la empresa El Mercurio; mi casa, mi parcela en el sur. Julchus reaccionó con esta frase: "Es que usted es una persona normal, Huguito, un burgués. Yo soy de otra manera". Su respuesta me hizo sentir menoscabado. Mi ideal de vida siempre ha sido el logro artístico dentro de un clima de austeridad, incluso de pobreza, si me remito a mi juventud. Pienso en la literatura, sueño con la literatura, la vida de los grandes escritores me absorbe y parte importante de mi día, sean treinta minutos o dos horas, la dedico al arte de escribir. Pero para Julchus yo era una persona normal, un burgués.
Llegó el momento de sus necesidades. Julchus se levantó de la mesa y caminó encorvado al baño, a paso cansado. Ahí se manifestaban sus años, sus dolencias y su dramática fragilidad. Volvió a los tres minutos, se sentó y seguimos conversando.  
Mándeme una foto en su cabaña del sur, frente a la ventana, fumando pipa, Huguito... ¡Pero si dejé de fumar hace más de treinta años! No importa, Huguito, consígase una pipa y me manda la foto, reía.
Así es Julchus. A veces me trata de tú y otras de usted, siempre de Huguito, diminutivo de mi segundo nombre. A Julio Frank Salgado yo lo nombro Julchus, apelativo que me remite a la era de las películas de gladiadores y a la memoria de Julio César, Julchus, mi querido primo fallecido prematuramente a la edad de 19 años.
Le regalé tres de mis libros, autografiados; él me hizo entrega del suyo, que lo retrata de cuerpo entero: un texto biográfico sobre cien doctores que le dieron lustre a la medicina chilena; un trabajo riguroso, una montaña de datos extraídos de familiares de los médicos seleccionados y de la Biblioteca Nacional, tras quemarse las pestañas meses enteros en sus estanterías. Un libro obligado de consulta para los representantes de esa profesión, para el correspondiente ministerio y para el colegio de la orden. 
Como le suele suceder a Julchus, el libro no le reportó utilidades. La fama y el dinero se los llevaron la periodista-empresaria que le encargó la misión; Julchus quedó a la sombra. Tal vez por eso lo quiero tanto como amigo: porque yo, a pesar de ser "un burgués, una persona normal", me le parezco un poco. Y tal vez por eso mismo él me tiene en alta estima... creo yo.
Esa tarde me habló también de un proyecto fallido y de otros tres que tiene en mente. Ya dije alguna vez en una de mis crónicas que la pasión de Julchus es la radio. Por la radio abandonó la empresa El Mercurio, donde nos conocimos, y por la radio dejó Santiago para radicarse algunos años en Coyhaique. Recuerdo, y esto nunca lo había contado, que para el famoso plebiscito del Sí y el No del 4 de octubre de 1988 él se desempeñaba en una radio que ahora no logro recordar, a la que me invitó para que diera informes sobre cómo iba la votación, basándose en el viejo expediente del pirateo a otras emisoras. Por esos días me habían suspendido de mi trabajo como reportero de El Mercurio, acusado por un ministro de Pinochet de boicotear la campaña del Sí. A  mi juicio, yo no era ni inocente ni culpable. No despachaba lo que me pedían que hiciera; esto es informar la noticia desde un solo ángulo y sin chistar; pero tampoco boicoteaba ni mentía. Lo que hacía era cumplir con las pautas que me encargaban, incorporando una segunda opinión, la de los opositores. El hecho fue que eso me costó la suspensión del diario El Mercurio la semana antes del plebiscito y mi consiguiente salida, que desembocó en el traslado a Las Últimas Noticias, el popular tabloide de la misma empresa. Me hicieron a la larga el mayor favor de mi vida, ya que allí anclé bien y me desempeñé por más de treinta años, en un ambiente de gran libertad, creatividad y relajamiento. De modo que ese 4 de octubre estaba en la radio ayudándole a Julchus, quien con gran sobriedad conducía el programa. Justo cuando iba a comenzar el cómputo definitivo se cayó la transmisión y no volvió en toda la noche. Trabajamos por las puras; no hubo nada heroico en nuestra misión.
Julchus se lo ha dado todo a la radio, pero la radio mucho no le dio. El proyecto fallido del que me habló en el café tratábase de una colaboración suya para un programa de radionovelas. La periodista encargada atendió con mucho gusto mi ofrecimiento, después le volví a escribir y nunca más me contestó, qué me dice Huguito... qué quiere que le diga Julchus, son cosas que pasan, y cuáles son esos proyectos que tiene en mente... Uno es la historia de la radio en Chile, Huguito, nadie ha escrito nunca un libro redondo sobre este tema, un catálogo completo de sus grandes directores, periodistas, animadores, locutores, controladores de sonido, avisadores; se lo ofrecí a la Asociación de Radiodifusores de Chile a propósito de los cien años de la radio que se acaban de cumplir. No me contestaron pero igual lo voy a acometer... Es un proyecto titánico Julchus... Así es...
A menudo me pregunto qué hace que personas preparadas y de elevada inteligencia caigan en estas lagunas, mientras sinvergüenzas profesionales se llenan los bolsillos vendiendo farsas del porte de la catedral de Colonia. La respuesta, desde luego, es bastante simple y rebajaría mi propia inteligencia si la diera; es más, ya me resbalé al hacer la pregunta. Lo que sí le da valor a esa duda, puesto que hasta hoy no se ha descrito, es el aura de Julchus, una suerte de espíritu discreto y temperado que zigzaguea entre la gente, sortea sus pequeñeces y va a dar a un bosque iluminado. Eso nadie lo había dicho y si yo lo digo es porque he visto cuando esa aura le sale del cuerpo. Y si la he visto siento la obligación de contarlo.
Los grandes amigos, como Julchus, no son libros abiertos ni tendrían por qué serlo, la amistad no se trata de eso. A mis años he comprendido a fuerza de indiscreciones dignas de olvidar que hay preguntas que mejor no hacer, y no se trata de hurgar en los pecados secretos como hacen los voyeristas, ya que se podría entender que hacia allá marcha la reflexión. No, los inmensos vacíos que se abren en la vida de Julchus se tratan sencillamente de su día a día, la temperatura de su corazón, lo que está más allá de sus proyectos, y tal vez hablan más de la falta de tiempo o el desinterés del interlocutor por meterse en esos temas que de su disposición a sincerarse. Entiendo por amistad el encuentro libre, el disfrutar juntos de la vida por momentos, el apoyo en la necesidad, y quizás allí radique mi desconocimiento de esa atlántida sumergida en el vacío.   
Al momento de bosquejar esta crónica no logro recordar de qué se tratan los otros dos proyectos que Julchus se trae entre manos, a pesar de que cuando me los contó en el café les puse atención y los hallé interesantes. Tuve que enviarle un correo para que me refresque la memoria; Julchus me ha respondido: "Andando, de ahí le cuento...", de modo que para cerrar estas líneas tendré que esperar su respuesta. 
Días más tarde me volvió a escribir:
"Hola, Huguito. Espero que a esta altura ya esté viendo nibelungos y que sus bajadas al pueblo sean tan productivas como las subidas.
Sobre su pregunta, una trilogía muy personal, como le dije: radio, Aysén e hípica.
Un recuerdo inmortal (acompañó un link dirigido a youtube).
Julchus".
Recordé entonces que lo mismo que quiere hacer con la radio lo intentará con la historia de Aysén (aunque en el café lamentó con un dejo de aprensión que su iniciativa está despertando recelo entre la gente de esa región, que lo ve como un afuerino). El tercer proyecto le hincaría el diente a la historia de los grandes jinetes y preparadores que han pasado por la hípica, no sé si solo santiaguina o chilena, aunque no me extrañaría que abordara todos los hipódromos del país: Julchus es un periodista paciente y riguroso, de alcances monumentales, tratándose de temas como esos. El problema con el último proyecto es que ha ido perdiendo los contactos que atesoró al reportear esa sección para el diario "El Mercurio", hace un montón de años. Mas no se trata de algo inabordable o quimérico, no tendría por qué serlo. Bastaría que la persona, la entidad indicada, levantara un poco la cabeza y olfateara el rédito que le daría un ofrecimiento como el que le haría Julchus. 
Al abrir el link de su mensaje me encontré con la siguiente escena de una antigua serie de televisión: un inventor le enseña al jefe de los espías una mosca electrónica. Sus antenas contienen centenares de radares y en su tórax van incorporados micrófonos de amplio alcance, siendo sus ojos poderosas cámaras capaces de captar imágenes desde mucha distancia y hasta en la más completa oscuridad. Ha costado una millonada de dólares; a cambio de eso la mosca neutralizará para siempre al enemigo. El jefe hace pasar al Súper Agente 86, quien nota que hay una mosca encima de la mesa y la fulmina de un cuadernazo.
Y con esta anécdota, ahora sí doy fin a esta semblanza de mi querido y viejo amigo Julchus.  


martes, mayo 02, 2023

El carrito llega a la estación

El carrito corre raudo a la cola del ferrocarril. 
Es llevado, no conduce, por algo va a la cola. Quien comanda es nuestra amiga, la locomotora.
La locomotora lleva el peso de la carga, pero su lomo brilla de felicidad. Resopla de placer. 
El carrito sufre porque no está al mando. Ni siquiera debe obedecer. El carrito tiene que correr porque no le queda otra. Si se desenganchara, piensa, pues este carrito piensa; si me saliera de esta fiesta, si me quedara en el camino... vendría otra locomotora y me haría saltar por los aires. Saldría en las noticias. Locomotora hizo saltar por los aires a un carrito. Me harían entrevistas y yo magullado diría: "Así es, así mismo como lo narra fue". Pero, ¿conviene arriesgarse a ser chocado por salir en las noticias? Mejor sería creo yo seguir corriendo raudo a la cola del ferrocarril. Al menos la locomotora habrá de llegar a su destino, todo el tren con ella y yo a la cola. Entonces me parece que cambiará la suerte de los dados. La locomotora abandonará el andén, se la llevarán al hangar a descansar bajo la supervisión del guardagujas y bajo el techo de zinc recibirá un manguerazo de agua por los flancos, como si fuera caballo; y le pasarán un trapo, todo lo cual no constituye el epítome del bienestar espiritual, diría yo. El carrito irá por otro carril, los obreros le aceitarán las ruedas y los aduaneros le sacarán la carga; quedará suelto, liviano y animado. Llegará temprano a casa a ver las noticias y les dirá a todos sus parientes ¡ese soy yo!, ¡ese soy yo!, arriesgándose a que nadie le crea sus mentiras... pero eso forma parte de la presunción de la fortuna, me imagino...