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jueves, mayo 04, 2023

Julchus

Llego a la hora señalada; Julchus me está esperando en el café. Años que no nos veíamos.
Caminando hacia el sitio del encuentro me dio por recordar su figura y asociarla al deterioro natural que causa el paso de los años. Yo he cambiado de aspecto, ahora tengo barba y un ligero sobrepeso, el cabello ralea; hubo ocasiones en que viejos conocidos no me reconocieron en la calle. En consecuencia, no debía sorprenderme ante el Julchus con el que me toparía a la vuelta de la esquina, máxime si en el mensaje previo por correo me había advertido sobre "ciertos problemas de salud" que me detallaría al momento de vernos. 
Pero él estaba casi igual, salvo por su calvicie, aunque su calvicie ya se preveía en nuestros tiempos, ahora solo era una constatación. Se levantó y nos dimos un abrazo. Entonces advertí un cambio más dramático. 
Antes de sentarnos nos cambiamos de mesa: el sol de la tarde me daba de lleno en la cara en la que él había elegido. 
De modo que allí estábamos los dos amigos, dispuestos a ponernos al día, Julchus y yo.
Cuando me disponía a hacer la pregunta de rigor me advirtió que hablaría una sola vez del tema y luego pasaríamos a otras cosas. Claro, Julchus, dime. El día que se jugaba la final del Mundial me levanté al baño... ¿Estabas por Francia o por Argentina? Por Argentina... Me levanté al baño y no pude hacer, no me salía ni una sola gota. Mi hermana me acompañó a la posta, me examinaron y me pusieron una sonda, que llevo hasta el día de hoy, por eso te decía antes de vernos que tengo que estar cerca de un baño. La próstata me estaba estrangulando la vejiga... Ah, chuta. Después me ordenaron una biopsia, pero yo me resistía, porque no me gusta que me intervengan. El doctor dice que hay muchas posibilidades de cáncer, pero cuando conseguí hora no me la practicaron porque según la secretaria no había cumplido con el protocolo. ¡Pero cómo señorita, si el mismo doctor me dio la hora! Ah, déjeme llamarlo, y lo llamó. El doctor estaba atendiendo a otro paciente y contestó: "Reagéndelo". ¡El mismo doctor que dijo que la biopsia era urgente ahora atendía a otro paciente y me reagendaba! Así que ahora estoy en la cuerda floja, pero yo me lo busqué y estoy resignado. No fui al médico cuando debí ir y parece que ahora podría ser tarde, porque además, salga positiva o negativa, hay que operar sí o sí...
Julchus tiene esas cosas; de su figura fluye un aura trágica, que asume con resignación. Según sus mismas palabras, su leit motiv es reclamar contra la injusticia, conducta que desde luego no le ha dado réditos. Yo le repasé brevemente los pormenores de mi vida de casado, de padre y abuelo, las inversiones que había hecho, aprovechando mi estadía de cuatro décadas en la empresa El Mercurio; mi casa, mi parcela en el sur. Julchus reaccionó con esta frase: "Es que usted es una persona normal, Huguito, un burgués. Yo soy de otra manera". Su respuesta me hizo sentir menoscabado. Mi ideal de vida siempre ha sido el logro artístico dentro de un clima de austeridad, incluso de pobreza, si me remito a mi juventud. Pienso en la literatura, sueño con la literatura, la vida de los grandes escritores me absorbe y parte importante de mi día, sean treinta minutos o dos horas, la dedico al arte de escribir. Pero para Julchus yo era una persona normal, un burgués.
Llegó el momento de sus necesidades. Julchus se levantó de la mesa y caminó encorvado al baño, a paso cansado. Ahí se manifestaban sus años, sus dolencias y su dramática fragilidad. Volvió a los tres minutos, se sentó y seguimos conversando.  
Mándeme una foto en su cabaña del sur, frente a la ventana, fumando pipa, Huguito... ¡Pero si dejé de fumar hace más de treinta años! No importa, Huguito, consígase una pipa y me manda la foto, reía.
Así es Julchus. A veces me trata de tú y otras de usted, siempre de Huguito, diminutivo de mi segundo nombre. A Julio Frank Salgado yo lo nombro Julchus, apelativo que me remite a la era de las películas de gladiadores y a la memoria de Julio César, Julchus, mi querido primo fallecido prematuramente a la edad de 19 años.
Le regalé tres de mis libros, autografiados; él me hizo entrega del suyo, que lo retrata de cuerpo entero: un texto biográfico sobre cien doctores que le dieron lustre a la medicina chilena; un trabajo riguroso, una montaña de datos extraídos de familiares de los médicos seleccionados y de la Biblioteca Nacional, tras quemarse las pestañas meses enteros en sus estanterías. Un libro obligado de consulta para los representantes de esa profesión, para el correspondiente ministerio y para el colegio de la orden. 
Como le suele suceder a Julchus, el libro no le reportó utilidades. La fama y el dinero se los llevaron la periodista-empresaria que le encargó la misión; Julchus quedó a la sombra. Tal vez por eso lo quiero tanto como amigo: porque yo, a pesar de ser "un burgués, una persona normal", me le parezco un poco. Y tal vez por eso mismo él me tiene en alta estima... creo yo.
Esa tarde me habló también de un proyecto fallido y de otros tres que tiene en mente. Ya dije alguna vez en una de mis crónicas que la pasión de Julchus es la radio. Por la radio abandonó la empresa El Mercurio, donde nos conocimos, y por la radio dejó Santiago para radicarse algunos años en Coyhaique. Recuerdo, y esto nunca lo había contado, que para el famoso plebiscito del Sí y el No del 4 de octubre de 1988 él se desempeñaba en una radio que ahora no logro recordar, a la que me invitó para que diera informes sobre cómo iba la votación, basándose en el viejo expediente del pirateo a otras emisoras. Por esos días me habían suspendido de mi trabajo como reportero de El Mercurio, acusado por un ministro de Pinochet de boicotear la campaña del Sí. A  mi juicio, yo no era ni inocente ni culpable. No despachaba lo que me pedían que hiciera; esto es informar la noticia desde un solo ángulo y sin chistar; pero tampoco boicoteaba ni mentía. Lo que hacía era cumplir con las pautas que me encargaban, incorporando una segunda opinión, la de los opositores. El hecho fue que eso me costó la suspensión del diario El Mercurio la semana antes del plebiscito y mi consiguiente salida, que desembocó en el traslado a Las Últimas Noticias, el popular tabloide de la misma empresa. Me hicieron a la larga el mayor favor de mi vida, ya que allí anclé bien y me desempeñé por más de treinta años, en un ambiente de gran libertad, creatividad y relajamiento. De modo que ese 4 de octubre estaba en la radio ayudándole a Julchus, quien con gran sobriedad conducía el programa. Justo cuando iba a comenzar el cómputo definitivo se cayó la transmisión y no volvió en toda la noche. Trabajamos por las puras; no hubo nada heroico en nuestra misión.
Julchus se lo ha dado todo a la radio, pero la radio mucho no le dio. El proyecto fallido del que me habló en el café tratábase de una colaboración suya para un programa de radionovelas. La periodista encargada atendió con mucho gusto mi ofrecimiento, después le volví a escribir y nunca más me contestó, qué me dice Huguito... qué quiere que le diga Julchus, son cosas que pasan, y cuáles son esos proyectos que tiene en mente... Uno es la historia de la radio en Chile, Huguito, nadie ha escrito nunca un libro redondo sobre este tema, un catálogo completo de sus grandes directores, periodistas, animadores, locutores, controladores de sonido, avisadores; se lo ofrecí a la Asociación de Radiodifusores de Chile a propósito de los cien años de la radio que se acaban de cumplir. No me contestaron pero igual lo voy a acometer... Es un proyecto titánico Julchus... Así es...
A menudo me pregunto qué hace que personas preparadas y de elevada inteligencia caigan en estas lagunas, mientras sinvergüenzas profesionales se llenan los bolsillos vendiendo farsas del porte de la catedral de Colonia. La respuesta, desde luego, es bastante simple y rebajaría mi propia inteligencia si la diera; es más, ya me resbalé al hacer la pregunta. Lo que sí le da valor a esa duda, puesto que hasta hoy no se ha descrito, es el aura de Julchus, una suerte de espíritu discreto y temperado que zigzaguea entre la gente, sortea sus pequeñeces y va a dar a un bosque iluminado. Eso nadie lo había dicho y si yo lo digo es porque he visto cuando esa aura le sale del cuerpo. Y si la he visto siento la obligación de contarlo.
Los grandes amigos, como Julchus, no son libros abiertos ni tendrían por qué serlo, la amistad no se trata de eso. A mis años he comprendido a fuerza de indiscreciones dignas de olvidar que hay preguntas que mejor no hacer, y no se trata de hurgar en los pecados secretos como hacen los voyeristas, ya que se podría entender que hacia allá marcha la reflexión. No, los inmensos vacíos que se abren en la vida de Julchus se tratan sencillamente de su día a día, la temperatura de su corazón, lo que está más allá de sus proyectos, y tal vez hablan más de la falta de tiempo o el desinterés del interlocutor por meterse en esos temas que de su disposición a sincerarse. Entiendo por amistad el encuentro libre, el disfrutar juntos de la vida por momentos, el apoyo en la necesidad, y quizás allí radique mi desconocimiento de esa atlántida sumergida en el vacío.   
Al momento de bosquejar esta crónica no logro recordar de qué se tratan los otros dos proyectos que Julchus se trae entre manos, a pesar de que cuando me los contó en el café les puse atención y los hallé interesantes. Tuve que enviarle un correo para que me refresque la memoria; Julchus me ha respondido: "Andando, de ahí le cuento...", de modo que para cerrar estas líneas tendré que esperar su respuesta. 
Días más tarde me volvió a escribir:
"Hola, Huguito. Espero que a esta altura ya esté viendo nibelungos y que sus bajadas al pueblo sean tan productivas como las subidas.
Sobre su pregunta, una trilogía muy personal, como le dije: radio, Aysén e hípica.
Un recuerdo inmortal (acompañó un link dirigido a youtube).
Julchus".
Recordé entonces que lo mismo que quiere hacer con la radio lo intentará con la historia de Aysén (aunque en el café lamentó con un dejo de aprensión que su iniciativa está despertando recelo entre la gente de esa región, que lo ve como un afuerino). El tercer proyecto le hincaría el diente a la historia de los grandes jinetes y preparadores que han pasado por la hípica, no sé si solo santiaguina o chilena, aunque no me extrañaría que abordara todos los hipódromos del país: Julchus es un periodista paciente y riguroso, de alcances monumentales, tratándose de temas como esos. El problema con el último proyecto es que ha ido perdiendo los contactos que atesoró al reportear esa sección para el diario "El Mercurio", hace un montón de años. Mas no se trata de algo inabordable o quimérico, no tendría por qué serlo. Bastaría que la persona, la entidad indicada, levantara un poco la cabeza y olfateara el rédito que le daría un ofrecimiento como el que le haría Julchus. 
Al abrir el link de su mensaje me encontré con la siguiente escena de una antigua serie de televisión: un inventor le enseña al jefe de los espías una mosca electrónica. Sus antenas contienen centenares de radares y en su tórax van incorporados micrófonos de amplio alcance, siendo sus ojos poderosas cámaras capaces de captar imágenes desde mucha distancia y hasta en la más completa oscuridad. Ha costado una millonada de dólares; a cambio de eso la mosca neutralizará para siempre al enemigo. El jefe hace pasar al Súper Agente 86, quien nota que hay una mosca encima de la mesa y la fulmina de un cuadernazo.
Y con esta anécdota, ahora sí doy fin a esta semblanza de mi querido y viejo amigo Julchus.  


1 comentario:

Anónimo dijo...

Un abrazo
La Lechucita