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sábado, mayo 08, 2021

Mientras agonizo

Mientras agonizo hay un hombre que se apropia de mis últimas horas; mientras ese hombre vive momentos de felicidad leyendo la poesía inglesa descrita por Borges, agonizo. Mis últimas horas, qué sabe nadie cómo son. Ni se las imaginan. 
Viví también felicidades, investigué, elaboré mis teorías, asesoré al Poderoso y me eché encima a medio pueblo; gocé del vino y del amor, tuve fuerza y subí escaleras hasta el piso dieciséis. Nada de eso vale hoy, me llegó la hora y la espero, sometido. Si puedo recordar, si puedo pensar, es gracias al hombre que escribe. Pero qué sabe él, ni se imagina lo que pasa por mi mente y por mi cuerpo. 
Aguardo en mi cama mientras los hombres hablan, repudian, beben hidromiel y se hacen tatuajes; aguardo mientras olvidan, quieren olvidar. Las mujeres empeñosas y las putanescas, los intelectuales y los cabezas de alcornoque y también las especialistas en autobiografías.  
Cuando agonice el hombre que escribe habrá alguien disfrutando, pensando que agoniza el que agoniza. Es el mismo oscuro trance de Faulkner y de tantos famosos que se tatuaron el ano y los testículos.  
Después de mi agonía, cuando agonice esa persona que mañana estará disfrutando mientras el hombre que escribe agoniza, el César abrirá los ojos asombrado y hablará: ¿Tú también, hijo mío?