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domingo, agosto 22, 2021

El espejo

Interrumpí la pichanga y entré a mi casa, a tomar agua. Desde el baño seguía oyendo los gritos de mis compañeros de juego, los pelotazos contra la pandereta de la señora Blanca. El agua corría por la llave; siempre fue un baño modesto, con piso de cemento y guáter con un estanque en altura del que colgaba la cadena. La tina tenía cuatro garras de ave a modo de patas, y debajo de ella reinaba la más completa oscuridad; no había modo de limpiar esa parte del piso con una escoba, un trapero. El espejo de medio cuerpo era simple y rectangular, sin marco.
Saciada la sed cerré la llave. Iba a salir apurado del baño, ansioso de proseguir el juego, cuando el espejo me devolvió mi imagen. Tenía la cara cubierta de transpiración; gotas de piñén me bajaban por la sien hasta perderse en el cuello. Me la lavé con las dos manos y me sequé con la toalla. Estaba limpio. 
Desde el espejo era observado por la cara de un niño de unos ocho años, una cara seria, serena y pensativa. Ese soy yo, recuerdo claramente que pensé; ese de ahí soy yo ahora. Tal vez sea la última vez que me vea así. Pasarán los años y mi cara será otra, no soy capaz de imaginar la forma, pero ahora soy ese que me mira desde el espejo y parezco ser eterno. Hoy mi cara es esa y parece ser eterna; redondeada, de ojos grandes bajo una sola ceja, frente estrecha, una oreja más curiosa que la otra, pelo corto peinado hacia el lado. Una cara que representa lo que escucho que los grandes dicen de mí: un niño tranquilo, un niño bueno.
¿Por qué mi ser guardó para siempre ese instante en su memoria? Lo ignoro; la memoria no es voluntaria, no obedece órdenes.
Luego tuve que haber vuelto a la calle y disfrutado del juego hasta la hora de once, momento en que los demás niños debieron dispersarse en todas direcciones. Caída la tarde, estos ya son recuerdos generales, vagas impresiones, la luz del poste habrá comenzado a emitir una luz tan débil que apenas llegaría a la vereda. La gente mayor regresando a sus hogares, las ventanas tomando un brillo que distingue las casas unas de otras, dibujando un negro bosque urbano de luciérnagas inmóviles, completarían la escena ya sin emoción, la parte de una película que aburriría incluso al mismo protagonista.

jueves, agosto 19, 2021

Avanzamos hacia un mundo de pacotilla

Avanzamos hacia un mundo de pacotilla; las bases fueron puestas después de la guerra, cuando debió rearmarse todo. ¿El heroísmo, el altruismo, el desinterés, el verdadero amor de hermano dónde yacen? Recluidos en la sala donde los anónimos representantes de la raza se declaran extenuados y claman al cielo por una copa de vino y alegría.
La sustancia se ha materializado y luce dondequiera se posen los ojos: en la luz de la pantalla que refleja los estadios, en las mesas de centro cubiertas de cerveza y papas fritas, en los sexos húmedos de las fiestas procaces de las tres de la mañana, en el brote de las masas que exigen su puesto en el banquete.
Adiós a la finura, a la grave felicidad, al compromiso del alma. Es cosa de examinar los pliegos de peticiones. Hasta la ignorancia peca de idiota ingenua, ni siquiera allí hay un asomo de verdadera maldad. El mundo ideal siempre es el de atrás, el de más atrás, más atrás que los griegos y los asirios, colindante al bosque donde Adán conoció a Lilith. El mundo ideal no entiende el hambre el frío la injusticia la luz de la vela y el agua de la acequia, entes sembradores de corrupción y frivolidad de arcas llenas de monedas de oro. Producción, fabricación, reparto, ahorro, vacaciones, vuelos, no llego a la palabra... a la síntesis del vacío de la sobreexposición. Y qué viene: más de lo mismo. Días inimaginables, mundos divididos en mundos infinitos, gobiernos enloquecidos guiados por asambleas de maricones, comunidades de élite viviendo en las montañas como huraños gatos bonachones. Después de todo qué es el mundo, una sucesión de ásperas voluntades reunidas. Tal como en 1789 la indignación, la barbarie, la necesidad y el terror se infiltraron en las redes del poder, qué queda en el recuerdo, los logros del neoclasicismo, de la dinastía Shang, del renacimiento italiano antes que el mandato de la sombría vida verdadera, los atardeceres pastoriles, millones de cópulas bajo los puentes, sobre el trébol, tras los portones de la iglesia, entre paredes de adobe.
Y dentro de la maraña, atrapado, el cerebro atrapado, dándose vueltas una y otra vez en los mismos pensamientos, los mismos problemas, las mismas dificultades, cerebro enganchado en darles forma y dirección a sus peleles obedientes, la lengua, las manos y las piernas que lo sacan a vitrinear a la superficie de la tierra. Así, con un destino escrito tan tempranamente, ¿qué son los actos posteriores que rubrican el origen? ¿El disparate de Prometeo, el sacrificio adorador de san Agustín, la comedia humana?