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jueves, agosto 19, 2021

Avanzamos hacia un mundo de pacotilla

Avanzamos hacia un mundo de pacotilla; las bases fueron puestas después de la guerra, cuando debió rearmarse todo. ¿El heroísmo, el altruismo, el desinterés, el verdadero amor de hermano dónde yacen? Recluidos en la sala donde los anónimos representantes de la raza se declaran extenuados y claman al cielo por una copa de vino y alegría.
La sustancia se ha materializado y luce dondequiera se posen los ojos: en la luz de la pantalla que refleja los estadios, en las mesas de centro cubiertas de cerveza y papas fritas, en los sexos húmedos de las fiestas procaces de las tres de la mañana, en el brote de las masas que exigen su puesto en el banquete.
Adiós a la finura, a la grave felicidad, al compromiso del alma. Es cosa de examinar los pliegos de peticiones. Hasta la ignorancia peca de idiota ingenua, ni siquiera allí hay un asomo de verdadera maldad. El mundo ideal siempre es el de atrás, el de más atrás, más atrás que los griegos y los asirios, colindante al bosque donde Adán conoció a Lilith. El mundo ideal no entiende el hambre el frío la injusticia la luz de la vela y el agua de la acequia, entes sembradores de corrupción y frivolidad de arcas llenas de monedas de oro. Producción, fabricación, reparto, ahorro, vacaciones, vuelos, no llego a la palabra... a la síntesis del vacío de la sobreexposición. Y qué viene: más de lo mismo. Días inimaginables, mundos divididos en mundos infinitos, gobiernos enloquecidos guiados por asambleas de maricones, comunidades de élite viviendo en las montañas como huraños gatos bonachones. Después de todo qué es el mundo, una sucesión de ásperas voluntades reunidas. Tal como en 1789 la indignación, la barbarie, la necesidad y el terror se infiltraron en las redes del poder, qué queda en el recuerdo, los logros del neoclasicismo, de la dinastía Shang, del renacimiento italiano antes que el mandato de la sombría vida verdadera, los atardeceres pastoriles, millones de cópulas bajo los puentes, sobre el trébol, tras los portones de la iglesia, entre paredes de adobe.
Y dentro de la maraña, atrapado, el cerebro atrapado, dándose vueltas una y otra vez en los mismos pensamientos, los mismos problemas, las mismas dificultades, cerebro enganchado en darles forma y dirección a sus peleles obedientes, la lengua, las manos y las piernas que lo sacan a vitrinear a la superficie de la tierra. Así, con un destino escrito tan tempranamente, ¿qué son los actos posteriores que rubrican el origen? ¿El disparate de Prometeo, el sacrificio adorador de san Agustín, la comedia humana? 
              

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