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martes, diciembre 20, 2022

Frutillar

Precedida por curvas que bajan y suben, una larga recta asfaltada anuncia el final del trayecto.
Árboles frondosos, la lluvia, el lago, el volcán, la ondulación de la hierba. 
De vez en cuando un arcoíris y una liebre. Al atardecer, casi siempre, un zorro. 
Una casita en medio del campo, remecida cuando la visita el viento. 
El silencio. La Luna, si la dejan ver las nubes. La contemplación del paisaje.

sábado, diciembre 03, 2022

José Toledo

Llevo más de veinte días en mi nueva casa y hoy por primera vez tocaron a la puerta. Era José Toledo. Nos saludamos, bajé los tres escalones y nos dimos la mano. Caminamos por la parcela, examinando el largo del pasto. El viento del sur lo despeinaba en ondas con un cierto aire poético. José Toledo estudió el terreno y quedó de conseguirse un plano para saber exactamente los límites del corte, de modo que el pasto de la parcela vecina no aumentara el precio del trabajo.
"Está más corto de lo que pensaba. Me ha tocado cortar pasto de más de un metro de alto. Se lo puedo dejar en ochenta".
Hicimos trato. El día antes me habían pedido ciento ochenta. Un corte de pasto de ciento ochenta liquida cualquier presupuesto mensual a un jubilado.
Me hallaba ante un hombre más bien bajo, de cejas gruesas, sombrero no de huaso, sino de ala ancha, a la moda, casaca de gamuza, manos sucias. La descripción se ajusta a lo normal para un trabajador del campo. Con lo que no contaba era conque fuese parlanchín. Hay parlanchines entradores y parlanchines naturales. José Toledo parecía ser un parlanchín natural, confiado. 
Por un extraño motivo yo le estaba cayendo bien; comenzó a hablar sin freno.
"A usted le convendría instalar un estanque. Acá a veces se corta el agua uno o dos días. Hay máquinas que pasan a llevar la matriz y queda la tendalada. Cuando a usted le construyeron su casa pasó eso y la parcela se inundó. Me tocó venir a ver la cosa y les dije: ustedes rompieron, ustedes arreglan. Estuvieron de acuerdo, sí, no se preocupe, nosotros arreglamos. Con un estanque de unos 1.200 litros queda bien. Se corta el agua, usted echa a andar la bomba y tiene agua para dos días, por lo menos. Pero también habría que cerrar la parcela".
-Me interesa.
"Hay dos maneras. Yo le digo cuánto hay que comprar, cuántos palos, cuánto alambre, usted cotiza y yo le hago el cierre. Lo otro es que yo le entrego el trabajo vendido".
Iba a preguntarle cuánto me saldría cuando se me ocurrió pasar al tema de los corderitos.
-Me gustaría tener unos corderos para que me cortaran el pasto. ¿Se podría?
"Claro que sí. ¿Conoce el Espantapájaros?".
-Sí, el tenedor libre camino a Puerto Octay.
"Ese mismo. Ahí venden corderos. Antes costaban cuarenta, ahora creo que andan por los ochenta. Tiene que comprarlos borreguitos porque más grandes son asalvajados, cuesta hacerlos entrar en vereda. Los aguacha con sal, al cordero le gusta la sal; venden unas rocas saladas, se ponen en el pasto y el cordero las va langüeteando".
-¿Se escapan los corderos? ¿No se los comerán los perros, los zorros?
"Aquí no se ven perros; el zorro es chico. Con un buen alambrado no se van. Si quieren salir por el portón se compra una piola que les manda un huascazo de electricidad y ya no se acercan más al portón. Hay que tenerles agua fresca. El cordero es de agua fresca, si toman agua estancada se apirgüinan. Se saca el agua con una manguera que va a dar a un depósito que siempre se está llenando, eso actúa por gravedad, no gasta corriente. Con unos cuatro corderitos quedaría bien".
-¿Y yo podría viajar a Santiago y dejarlos solos en la parcela?
"Yo tendría que venir a echarles una mirada. Y tener su teléfono. Aló don Sergio, se fueron los corderos. Aló don Sergio, los corderos están tranquilitos. Aquí hay que hacer dos canales para que corra el agua de la lluvia. El vecino había instalado una cañería... (tantea bajo el pasto) no la noto. Usted tendría que hacer una excavación aquí, de unos setenta centímetros, y otra allá al fondo. El agua correría hasta el zanjón a la orilla del camino. Eso también se lo puedo hacer".
-¿Y puede venir mañana a cortar el pasto?
"Mañana al mediodía puedo venir. El viernes no, tengo control médico, eso es sagrado".
-¿Nada serio?
"Yo me dializo".
-¿Y qué le pasó?
"Yo reventé. Trabajaba en una empresa eléctrica y me llamó otro patrón. Oye José, me gusta como trabajas, quiero que te vengas a trabajar conmigo. Ya pues, me vengo. Y así estuve harto tiempo, pero un día le fueron con cuentos. Buenos días patrón, vengo a conversar con usted. No tengo nada que conversar contigo, me fallaste. Cómo que le fallé. No trabajas más conmigo. No me puede decir eso así no más, tiene que darme una razón. ¿Le robé? ¿Le falté al trabajo? La semana pasada te mandé la carta del finiquito. Aquí la ando trayendo, patrón. Entonces no hay más que hablar. No pues patrón, yo no me voy. Cómo que no te vas. No me voy, usted no me puede echar así no más, yo tenía un buen trabajo en Talca y usted me mandó llamar. Mándeme a Talca en un camión con todas mis cosas y me voy, o déjeme aquí haciendo lo que sea. Entonces te mando a barrer. Claro, no se me van a caer las jinetas por barrer, páseme la escoba. Y me fui a la bodega y en dos horas le tenía todo limpio, ordenado, las maderas para un lado, los sacos por otro, la basura en un tarro. ¿Y qué pasó aquí que todo está tan limpio? Los demás me miraron. El José limpió. Nunca había tenido tan limpias las bodegas, desde ahora te encargas de las bodegas. Y yo le cuidaba el manejo, la salida de la madera, hasta los clavos".
-¿Y qué pasó?
"Una tarde en la casa me puse a pensar. Aquí hay algo que no cuadra. Me senté y tiré lápiz. Al otro día llegué a la pega y le dije a don Alberto. ¿Sabe don Alberto? Anoche tiré lápiz y no me conviene seguir trabajando para usted. De dónde sacas esas cosas José. Mire, yo antes tenía cinco millones en el banco. Ahora, en vez de tener cinco millones debo cinco millones. Con usted no me estoy haciendo más rico, con usted me estoy empobreciendo. Pero si te pago lo justo. Es verdad, pero usted no cuenta que yo trabajo con mi camioneta. José lleva esta carga para allá, José andar a buscar madera y me la traes pacá. José, llévate esos cinco sacos de cemento a la obra. Uso mi camioneta y usted no me reemplaza ni un neumático. La otra vez se me echó a perder una pieza del carter y ni siquiera me dijo cómprala y la pagamos a medias. Ah yo no sé, tú eres el chofer. Yo era el chofer pero ahora no soy más el chofer, ahora vendí la camioneta y me compré un auto, así que arreglemos. Arreglemos. Yo le debía unas platas y le pagué con el finiquito. Don Germán me recibió y ahora le trabajo a él. Con su señora se han portado muy bien, me dieron una casita al lado de la casa patronal y ahí vivo con mi señora de ahora y mis dos hijitos. Si hubiera jubilado por la AFP habría sacado una miseria. Ellos hablaron con unos abogados y me salió un seguro por Penta, muy superior".
-¿Cuántos años tiene?
"Cincuenta y uno. Ya soy abuelo de mi hija que vive en Talca".
-Yo tengo sesenta y nueve.
"¡Sesenta y nueve!, no se le notan".
-Pero por qué se dializa.
"Un día me bajé del tractor y mi señora me dice qué te pasa José que estás tiritando. Después la señora Astrid me dice José qué te pasa en los ojos, los tienes rojos, tienes la cara amarilla. Yo le había echado la culpa al trabajo, pero me mandaron al consultorio. Tú te estás muriendo me dijo el doctor, te vas hospitalizado de inmediato. No doctor, si me voy a morir, que me muera al aire libre, debajo de un árbol, no le tengo miedo a la muerte, usted no me puede dejar aquí. Bueno, te vas si es tu deseo, pero tengo que ponerte un catéter. En la casa ya no podía resistir. Mi esposa, que es evangélica, se encomendó a Dios y me dijo José, tienes que morirte cuando los niños estén más grandes, ahora están muy chiquititos; tengo dos niños con ella, el mayor tiene siete y es de mechas de clavo por mi ascendencia mapuche y la menor es una muñeca, rubiecita de ojos verdes, en mi familia en Talca había muchos rubios. Un día estábamos donde mi comadre y mi comadre dijo del Cielo viene una niñita. A los dos meses mi señora un día se cansó y se fue a acostar. Tú estás embarazada, le dije. Pero cómo voy a estar embarazada José, si tú no estás en condiciones. ¿Te acuerdas cuando la comadre dijo lo de la niñita? Claro que me acuerdo. No era para ella, era para ti, era una señal que venía del Cielo. Entonces volví al consultorio, me convenció con lo de los niños. Volviste, hombre, ¿y el catéter? Se me cayó arriando unos animales, lo tengo acá en la guata. Pero hombre, tú te vas ahora mismo al hospital de Puerto Montt, pero tienes que llegar haciéndote el muerto, hazme caso, llega arrastrándote o si no, no te van a recibir, hazme caso. Y llegué arrastrándome por la anemia. Los riñones me funcionaban como al diez por ciento".
-¿Y se dializa cada tres días?
"Día por medio. Tres días serían una maravilla... ¿y qué hace usted?"
-Soy jubilado.
"Pero, ¿qué hacía antes?"
-Era periodista. Trabajé cuarenta años en Las Últimas Noticias. 
"¡Periodista!... aquí hay hartas historias que contar... podría contar la historia de José... ¡si le contara mi vida!"