Con el correr de los minutos, la falsa imagen autoedificada desaparecía ante la arremetida de una pequeña molestia anclada en un lugar insignificante de su cuerpo, pero que trasuntaba un peligro que finalmente desembocaba en el horror, el horror al sufrimiento en la antesala de la muerte.
Sabía que eran momentos pasajeros, que podían durar uno, dos, seis días. La felicidad que proporcionan los placeres de la vida volvería a instalarse con sosiego en su habitual sentir. Al menos de eso podía estar seguro, mientras no apareciera una nueva señal.
No por eso la sensación debía desecharse.
1 comentario:
Espero que sea pasajero
Un beso
La Lechucita
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