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miércoles, julio 23, 2008

Memorias del dr. Vicious

Hemos vivido, sí, estamos de acuerdo en eso. Pero desde que tuvimos uso de razón el mundo nos interpuso una montaña. De nuestro lado no hubo cruces de calles ni grandes contubernios. Todo ha sido como corresponde que sea en un pueblito de provincia. Las chicas salen a la calle y hablan de ellas. Mueren los abuelos y en sus velorios se reúne el vecindario. A todo el mundo le gusta la carne asada. De vez en cuando un terremoto abre colectas nacionales. La guerra nos ha sido dada a conocer solamente a través de los libros. Durante esas lecturas de invierno la emoción de batallas y masacres se nos combinó con bostezos sosegados.
Hubo una guerra interna, es verdad, estamos de acuerdo en eso. Murió gente acribillada y torturada de la manera más cruel. A las mujeres las violaron animales y a los hombres les aplicaron corriente en los testículos. ¿Y yo dónde estuve, y los demás? Donde mismo estaban todos, trabajando silenciosa, arduamente, llevando un hogar, con los ojos muy abiertos.
A los pies de la montaña, la gente olvida pronto. Olvida razones, causas, consecuencias. Viste de mártires a políticos miopes; condena a los que tuvieron el poder y hoy no lo tienen o murieron.
A Hitler lo obligaron a matarse. A Carrera lo fusilaron. A Napoleón lo desterraron. A Hussein lo mataron. ¿Qué hicieron las dos hijas mayores con el viejo Lear? María Estuardo, ¿cómo terminó sus días?
Nosotros no hemos visto nada así. En nuestro pueblo no se ven esas oleadas de invasores que se cuenta que hay detrás de la montaña; el altar de nuestra Iglesia vendría a ser el mismo de antes, no transita el pasajero temiendo un atentado. A los héroes se les viste con zapatos de fútbol. Qué se condena. Una marcha estudiantil. Qué se critica. El manejo de la inflación. Qué se siente. El hastío de la felicidad.
Con los años la montaña va creciendo. Algún día nos tragará como se los traga a todos. Yaceremos bajo sus pies entre una masa de cadáveres que ya le habrán dado lo mejor de sus frutos a la tierra, mis crímenes quedarán prescritos sin polémica; ella se levantará aun más erguida que antes.
Nuestros ojos no verán la escena, pero sucederá también el día en que la montaña caiga arrodillada, derretida de calor, humillada por el cielo. Ese será el último día.

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