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jueves, mayo 28, 2009

El exceso y la escasez

Antes era la escasez; hoy es el exceso.
El exceso lo hace todo horrible de feo. La escasez imagina belleza. El exceso es feo. El mundo de hoy vive en el exceso, hasta de hambre y de guerra hay exceso, hasta de falta de agua hay exceso, de falta de selvas, exceso de sequía y exceso de agua sucia, escasez de almas iluminadas. Antes había abundancia, pero no eran felices, las almas felices no se crían en la escasez ni en el exceso, se crían en la locura.
Una noche de luna llena vi con mis propios ojos a Hölderlin conversando con Ginsberg a los pies de una torre al lado de una supercarretera al costado del río Neckar. Hölderlin pregonaba el deslumbrante futuro de la poesía que haría al hombre libre, pregonaba el nuevo orden de las cosas, la nueva mitología occidental, pero Ginsberg lo contradecía porque pensaba que el futuro era Hölderlin, paradoja de paradojas pues si el futuro es un poeta que pregona idioteces entonces el futuro es el poeta en su estado puro y no sus versos, lo que equivale a la contradicción misma, salvo que el fuego interno esté realmente separado a años luz de su traducción al ruido, al lenguaje externo, de tal modo que entonces ya no habría tanta paradoja, pero esto último no se ha comprobado todavía, por eso Ginsberg le aconsejaba que se olvidara de esas huevadas que andaba diciendo y que mejor subieran a la torre a culear, lo dijo con esas mismas palabras, menos mal que en inglés. Hölderlin entendió el mensaje pero afortunadamente no la carga vulgar que llevaba implícito y le contestó que él no era invertido y que su único amor se llamaba Diotima y estaba muerta. Ginsberg le dijo: "Debiste conocer al Adonis de Denver, culea como ninguno". Hölderlin se horrorizó, se tapó los oídos y quiso subir a la torre, pero Ginsberg no lo dejó y como era más forzudo lo retuvo, pero no lo hizo suyo, porque no le gustaba así. Juro que lo anterior lo vi con mis propios ojos.
Entrando en materia, la gente dice que los dos poetas estaban más locos que una cabra, por eso fueron tan grandes, porque nadie los entendió nunca, a ellos mismos les costaba entenderse, si los poetas fueran al cine los días sábado o sábados, se puede decir de las dos maneras, y compraran cabritas, entonces verían las cosas de otro modo, pero Hölderlin no habría podido porque en ese tiempo no existía el cine. Era época más bien de escasez antes que de excesos y además en ese tiempo estaba pobre como una rata, no le habría alcanzado para pagar la entrada.
He dicho que la felicidad radica en la locura, pero esa noche de luna llena se veían infelices los dos, o tal vez haya sido el rayo que caía malamente y alteraba sus faces, pero las voces se les oían angustiadas, aunque al despedirse se dieron un abrazo apretado.
Mas ha llegado el momento inevitable, me acordé del discurso del personaje de "Los muertos" que estaba nervioso esperando la hora del discurso y sin embargo no hallaba la hora de que llegara, de hablar sobre la felicidad. La felicidad más intensa que se ha logrado medir es la que proporciona el orgasmo, pero siempre se dice que los niños son felices, así que el dicho es incorrecto. Es tan intensa la sensación que se pone cara de dolor. La felicidad es una sensación. Hay tratados completos sobre el tema. La segunda felicidad es la del niño en el instante en que abre los regalos de Navidad. Aquí ya se van combinando diversos factores que hacen por ejemplo que pegarle una patada a un perro en las costillas haga feliz al pateador, incluso al perro. Entramos a la felicidad del alma. Hay tratados completos sobre la felicidad del alma; yo sólo agregaría que el instante, porque no se puede hablar más que de instantes, supremo es el... se acabó la boleta. Tomo otra. La felicidad del amor; el orgasmo como fenómeno físico o sólo como simple aditivo, excusa de felicidad. La felicidad de la hemorragia de la luz que sale del cuerpo hacia los demás. No, la verdadera felicidad estaría en el momento previo a la hemorragia, que yo llamo "el momento de la vibración". Existiría también por qué no una felicidad del éxtasis místico y de las visiones delirantes de Ginsberg y Hölderlin.

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