Visitas de la última semana a la página

miércoles, marzo 17, 2010

El tren desapareció en una curva

Ella continuó sentada en el vagón. Sería la última vez que la vería. La miró a los ojos; se despidieron, ambos lloraban en silencio, sin escándalo.
Bajó al andén y se ubicó frente a su ventana, sin decirle nada, esperando que el tren se pusiera en marcha. Ella lo miraba, luego desviaba la vista, luego volvía a mirarlo. Él la miraba fijamente; había perdido la vergüenza y no paraba de llorar.
La estación estaba vacía y en el tren no viajaban más de seis pasajeros, ninguno en su carro.
El tren se puso en marcha; ambos jadearon y sintieron deseos de gritar, pero se mantuvieron cada uno en su sitio destinado, y el tren desapareció en una curva.

Hay tantos adioses en la Tierra, uno detrás de otro, sin pausa, segundero de un reloj, aplastándose las palabras y los besos como cadáveres en la fosa común, como la estrella que deja de brillar y se incorpora al firmamento en calidad de jubilada, cumplida su misión. El hombre no repara en lo que fue y cuando llega su momento estelar, lo vive como puede, alumbrado por un foco de circo de provincia, y luego entra al libro empolvado del estante.
Apenas lo tomó en cuenta un leve cortejo fúnebre.
Hubo dos o tres aplausos.
Y fue olvidado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, así es. Hay tantos adioses, uno detras de otro... que parece que no vaya a haber lágrimas suficientes para todas las despedidas....

Un abrazo.

L.

Sandra (Aprendiz de Cassandra) dijo...

Ellos se dejaron...

No puedo salir de esa consigna. Se me repite.

Besos

Anónimo dijo...

i really adore your posting type, very remarkable,
don't give up as well as keep writing in all honesty , because it simply just truly worth to look through it,
excited to browse through a whole lot more of your stories, have a good one!