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martes, junio 15, 2010

La sombra

Vi una sombra en el vidrio, se acercaba como si quisiera hacerme daño. Me asusté y en vez de huir, la examiné cuidadosamente, acercando una lupa al vidrio. Era una sombra desconocida.
Salí a la calle con el recuerdo de esa sombra, no pude vivir tranquilo ese día y el dinero se estaba haciendo escaso.
Por la noche caí enfermo.
Al día siguiente se me apareció de nuevo. Anduve intranquilo. Empeoraba dentro de una relativa estabilidad. Me tomé la temperatura y el termómetro había subido cuatro rayas. Las señales leves anunciaban el peligro.
Todo es tan vacío cuando se debe convivir con una sombra.
Había montes húmedos de verdor y pantanos infectos se arrimaban a sus faldas, queriendo subir. En las cimas de los montes brillaban torres de alta tensión sobre un cielo negro, como agujas histéricas. Se hacía difícil la caminata; el pasto la tornaba resbaladiza, era un constante subir y bajar hasta el límite de esas aguas nauseabundas. Pero esas razones me daban cierta fuerza: andar era un destino. La lluvia complicaba las cosas.
Cuando veo a dos señores de bufanda charlando alegremente en un café no dejo de preguntarme si no habrán visto alguna vez aquella sombra, si no estará encima de ellos, acechando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hay sombras que son así, nos toman de improviso, nos envuelven y nos disuelven en su profunda oscuridad.

Un abrazo