Visitas de la última semana a la página

martes, octubre 26, 2010

El poema perfecto

El mundo sería de otra forma si una pluma pudiese plasmar el poema perfecto en el alma del hombre, porque el poema perfecto no tiene palabras, y el mundo desde luego necesita palabras. Usé desde luego para darle fineza al texto, algo que les he leído a ciertos escritores ingleses o a doctos italianos. Pude haber dicho solamente el mundo necesita palabras, mas no habría sido lo mismo, precisamente porque el mundo necesita palabras y el poema perfecto no las requiere, de modo que empezamos mal.
Segunda estrofa
Sería como una transfusión de sensibilidad, el paso de una vida a otra, no seamos aparatosos; el paso de un instante de una vida a otro instante de otra vida, tan breve es el deslumbramiento y tan largo el efecto mental, no emotivo. La emoción es rayo, el recuerdo del poema perfecto puede durar hasta el fin de una vida. El recuerdo es más largo que el olvido. Una transfusión de horrores e intenciones, un proceso casi químico, acaso telepático.
Tercera estrofa
La pluma no transferiría la vida que vemos pasar delante de nosotros, sino la que no vemos, viéndola perfectamente con los ojos. Provocaría el efecto de una droga, yo en ti, tú en mí, nuevas sensaciones, no era el único, éramos tantos despreciando, pecando, Señor, perdóname, he sido inoculado con el néctar que lleva a la locura, no estoy preparado, por Dios, desearía al menos divisar las sombras.
Cuarta estrofa
Se apropiaron de la pluma para verter su vacuidad y privilegiar la forma, el enigma, el propio sentimiento. Hicieron poemas del poema y qué consiguieron: apenas el Premio Nobel, entrar a la Academia. Egos inflamados, el pueblo se quedó sin voz y qué le dejaron: pasiones infantiles, remedos de pasión, una mezcla de espectáculo, tragedias, comedias, competencias.
Quinta estrofa
Así sintieron Shelley, Verlaine y tantos otros, Cernuda y Neruda, Lord Byron, De Rokha, Parra, Hahn y Harris, Calderón. La miseria de sus versos empolvados, palabras en la estantería. Por las noches aullaban de pena como lobos en la nieve, y el poema no salía, apenas un manto de terciopelo orlado de rubíes; los lectores se abrigaban con el manto y trataban de llorar, porque el poema perfecto es llanto, y algunos lo conseguían apelando a la desesperación y al sacrificio. No sacaban mucho, ni poetas ni lectores. Hubiese bastado que el poema perfecto penetrara en el alma como Isolda, mi heroína.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La vacuidad...¿se parecerá al poema perfecto?

Un abrazo