El cantante callejero se sube a la micro y entona tres canciones en inglés. En Santiago los cantantes de micro cantan siempre tres canciones; raro que sean dos, menos aún cuatro. Tres es un buen número. Si cantaran cuatro los pasajeros ya se empezarían a bajar, con dos aún no se acomodan. Lo otro que no deja de ser cierto es que el primer tema corresponde al desagrado del pasajero ante la irrupción del cantante, la noticia de un viaje bullicioso. El segundo corresponde a la evaluación y el tercero a la compasión, el premio o el castigo, que en este caso sería el látigo de la indiferencia, porque el cantante canta bien malito.
El cantante interpreta a capela, no tendrá 25 años, acaso 22, yo me imagino a mis hijos. La primera le sale mala, la segunda mejor y la tercera es la de la consagración, con la voz raspada que imita a Jim Morrison. Pero es una imitación honesta; antes de cantarla cuenta que se trata del tercer surco del primer disco de los Doors, que la canción se llama Crystal ship, barco de cristal, y que es poética. Eso me cae bien.
No le favorece cantar a capela, ese estilo lo convierte en aficionado, considerando que los cantantes de micro son profesionales y le agregaría mañosos. Profesionales vivos.
Él dice que se gana la vida en eso pero yo tiendo a dudar, imagino que a la primera de cambio se baja de la micro y no canta más.
Al pasar con la mano estirada las monedas no le llegan, si no fuera por mis cien pesos habría cantado en vano. No le espera un futuro brillante.
La micro sigue su camino, el cantante se quedó en el paradero. Se sienta junto a los que esperan otra micro, toma agua mineral y se come un chocolate, bota el papel al suelo. Mal hecho.
Dónde se halla la belleza; en los lunares que embellecen la cara del cantante o en el uso que hago de ellos.
Si esto fuese un poema, yo me quedaría con los siguientes versos:
El cantante callejero se sube a la micro y entona tres canciones en inglés
Yo me imagino a mis hijos
Aficionado en un océano de profesionales mañosos
La micro sigue su camino, el cantante se quedó en el paradero
Sus lunares lo embellecen
Mi nombre no tiene importancia, mi edad tampoco. Sólo diré que mi título de Vicioso y Hombre Malo me fue conferido, tras estudiar la vida entera en su academia, por una milenaria formalidad ideada naturalmente por los hombres. Y que si de algo soy testigo es de un derrumbe moral que me ataca por todos los flancos y me obliga a sumarme a él, en el entendido de que la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar.
1 comentario:
Historias cotidianas.... que componen un poema.
Un abrazo
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