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martes, diciembre 27, 2005

Un niño con pelos de lobo en las orejas


Pronto me di cuenta de que despertaba simpatía. Mi ambición era aplastar las culturas y las civilizaciones pero las diosas del Olimpo me veían como a un niño. Un niño escondido tras los arbustos, haciendo maldades, un niño con pelos de lobo en las orejas pero siempre un niño, no algo más importante que eso. Las noches de estío, en los bosques del sur, alzaba la vista al cielo y aullaba, renegando del poder de las deidades. La respuesta que bajaba hasta las raíces de las plantas, los vientres de las babosas y las patas de las cucarachas era siempre la misma: te protegemos, te abrazamos, te cuidamos de los verdaderos lobos.
Mahler, Mahler, Mahler, tan bien que te entiendo ahora. Loco violento, loco celoso y loco infantil, loco melancolía y loco brutalidad, loco ambiguo, tu música se parece a los electros que me tomaba el doctor Shiffrin, rayas insólitas que subían y bajaban entre las líneas armónicas de unas hojas cuadriculadas de color paquete de vela.
Mis memorias, si se leen bien, son memorias de niño chico.
Soy un dulce pajarillo que sueña con grandezas sólo para que los demás reconozcan su valía. Así no voy a destruir nada, debo analizar este aspecto de mi vida. Me prometo que desde ahora mismo seré enteramente malo, no como he sido hasta ahora, malo pusilánime, malo a medias, malo traidor, malo cobarde.
(Ilustración: Sergio Mardones)

2 comentarios:

A.F. dijo...

era un lobo con piel de cordero negro!!

Unknown dijo...

todos somos niños chicos... malos a medias... pero inmensos cobardes.. un saludo