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sábado, febrero 27, 2016

Vida almacenada

Vida almacenada, y si volara, qué.
A tu lado cae una mujer. Mi cuerpo está rígido, al suelo por creerme lola se disculpa ante tus ojos de hombre. Luego hace ejercicios ridículos con los brazos, un-dos, un-dos.
A leguas de distancia a mares de distancia el sueño de Endimión reposa, misterioso. Y aquí mismo, en la mesa del café, el maldito libro pirateado de Cortázar me roba las mejores páginas de Keats.
Yo sentía, yo siempre he sentido y oculté. Por mostrar lo que no era, he perdido. Me faltó esa valentía que no es temeridad sino locura apasionada que nace y muere en el centro de uno mismo.
Invoco al niño, pero el niño fue peor, ni por asomo hablaba. De modo que la barra de eucaliptus que rodeaba la laguna falsa del cerrito San Juan de Machalí, la turbadora ansiedad de bajar al pueblo por ese camino retorcido llevando en una bolsa los restos de la fiesta, la fila para esperar la micro roja que me devolviera a casa, el silencio después de un día agitado, el vacío existencial en la fila de gente, la brutal materia que encierra la espera de una micro, las voces de mis primos, los ecos de mi padre y de mi madre, todo aquello no salía. Atrapado, se agitaba en la coctelera de mi alma anestesiada.

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