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miércoles, junio 01, 2016

Escribir crónicas

En el periodismo hay personas que tienen alma de investigadores, de detectives, de científicos: son periodistas que escriben reportajes. En el reportaje lo que importa es la veracidad a toda prueba de los datos entregados, gran cantidad de fuentes, mucha información, todo esto para ofrecerle al lector un tema acabado.
En el periodismo también hay personas que tienen alma de escritores, de artistas, de poetas: son periodistas que escriben crónicas.
Los demás periodistas, la masa que conforma el oficio, nos limitamos a ejercitar la vanidad, a adaptarnos a rutinas de grupos, a ganarnos la vida.
La crónica es el género más bello del periodismo, pero no es privilegio de un profesional que haya pasado por una escuela de periodismo. Cualquiera puede escribir crónicas de excelente nivel. Facebook y los blogs son nidos de crónicas.
El cronista posee una buena dosis de holgazanería y dispersión. Se deleita en el ocio de mirar con los ojos de un niño, pero un niño que piensa y recuerda como adulto. El estudio de documentos le provoca rechazo. El alma humana le atrae. El mejor ejemplo que conozco de este tipo de cronistas es Roberto Merino.
El cronista es reportero. Observa, pregunta y luego crea. Evita la ficción, pero crea moldeando. Al momento de escribir, la observación se le achica como ojo afectado de glaucoma. Solo piensa en las letras que saldrán de su pluma, borradas una y otra vez hasta que las últimas lo dejen lo menos insatisfecho que se pueda.
¿Por qué hacer crónicas? ¿Qué necesidad existe de que se escriba sobre algo tan dicho, como un atardecer con granizos o un vendedor de fruta?
Si el cronista escribe es porque necesita escribir. Y no existe en el mundo nada igual a lo que escribe, que es su impresión sobre la vida que en suerte le tocó vivir.

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