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jueves, noviembre 03, 2005

A tres zancadas de la víctima, pero hay algo

Verdeaban los prados serenos al caer la tarde. Los espinos se recortaban entre arreboles mientras sus ramas filosas vibraban levemente al contacto de las avecillas que acudían a ese refugio para vivir el natural momento del descanso. El paisaje entero se tornaba plácido. Hasta el testigo más arrebatado o pendenciero, impaciente, tosco, vulgar, envidioso, soberbio, vanidoso, no habría experimentado ante esa puesta en escena otra sensación que la certeza de un mundo sin crimen ni maldad, un mundo en el cual todas las cosas que habrían de suceder, sucederían perfectamente de acuerdo con un orden superior.
Un movimiento en contra sólo habría reforzado tal idea. La decisión maldita aparecería a los ojos de la comunidad como la excepción forzada de la regla ideada por algún loco enfermo de soledad.
Yo estaba allí, lavándome los pies en el arroyo, concentrado en mis manos dentro del agua cristalina, placiente ante el reposo del músculo y del nervio, cuando vi pasar a una niña campesina. Volvía de la escuela a su casita de adobe. Vestía su jumper de colegial y una camisita blanca remendada. Tendría diez, once años, usaba trenzas y caminaba con paso suave, sin detenerse, sin mirar hacia atrás, como si no existiera nada, como si nada le llamara la atención. Meses después me enteré por casualidad de su nombre: Vitalia Vilches, natural de Quebrada Honda.
Era tan fácil exceptuar la regla, estaba a menos de tres zancadas de la víctima, a la niña aún le quedaban dos jorobas de cerro para divisar la casa; pero, ¿habría con ello de cambiar el mundo? Y si lo llegase a cambiar por un instante, si llegase a volar una pluma, ¿era mi propósito el hacer que fuera así?
No es que la paz me cautivara y me hiciera cambiar de opinión; de hecho mi búsqueda del pecado era y sigue siendo incansable. El pecado está en mi naturaleza y no puedo ir contra ella, vivir sin pecar sería no vivir y yo a pesar de todo quiero vivir. No es el agrado lo que me hace vivir, no es la búsqueda de la felicidad ni del placer, es sólo que vivir es un estado obligatorio, ausente de razonamiento.
Creo que aquella tarde simplemente no estaba de ánimo para cambiar el mundo. Creo que comenzaba a hacerme viejo. De modo que la dejé pasar.

2 comentarios:

S. M. L. dijo...

Haces una pregunta en mi blog: "dónde está el vicio y el mal en eso". Si te refieres a la introducción del blog, creo que la respuesta obviamente está en el texto: es la sociedad la que enseña, luego de uno estudiar una vida entera en ella, dónde está el mal y dónde está el vicio. Y si el dr. Vicios adhiere a esa enseñanza es justamente porque "la verdad no es otra cosa que aquello que todos tratan de ocultar". La verdad es la naturaleza humana. La naturaleza humana, en sus aspectos bajos, se oculta porque se la identifica con vicio y maldad.
Si tu comentario es más general e incluye los posteos, entonces te diría que si no se nota vicio ni maldad en el personaje es porque el personaje está mal delineado, porque falta aún aclarar algunos aspectos de su personalidad o porque el vicio y la maldad son sutiles y no se muestran al sol.

Anónimo dijo...

Así parece, Dr. que el pecado y su búsqueda las lleva en el fondo de su viciosa naturaleza... ¡Bien por eso!