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miércoles, noviembre 09, 2005

Vida en una grabadora

Vivía yo dentro de una grabadora; era un animalito plano y microscópico incorporado a la cinta, la que a veces giraba a velocidades impresionantes para detenerse bruscamente, sin aviso, al sonido de un clic. En los momentos álgidos cualquiera hubiese experimentado vahídos, náuseas. Yo me había habituado a ese trajín, incluso echaba de menos el rodaje cuando la grabadora se guardaba dentro del bolsón.
Un día la cinta salió de la grabadora y fue reemplazada por otra. Me pareció primeramente que se trataba de un malentendido; luego supuse que mi dueño enfrentaba una pequeña emergencia. Mi cinta era irreemplazable y yo era parte de ella. Con los días fui cambiando de opinión y comencé a admitir que me estaba gastando, que ya no era el mismo, que tantas vueltas alrededor del eje de la cinta habían hecho su trabajo.
Un rayo de esperanza me iluminaba en los momentos del derrumbe: tal vez era una cinta realmente irreemplazable y su contenido no podía ser modificado, de manera que si estaba dentro del bolsón se debía a que era tan valiosa que nadie podía utilizarla. Pero allí volvían las dudas. Si realmente era tan valiosa, ¿por qué entonces no se citaba a una comisión para certificar su contenido? Yo no escuchaba de citaciones, memorandums ni nada por el estilo; es más, sobre la cinta habían caído otros documentos ¡y hasta nuevas cintas! ¿Es que todas constituían material valioso? O, lo que me temo, ¿no serían la prueba del desorden mental que gobierna el cerebro de su dueño, nuestro dueño?
El drama es que solo yo me doy cuenta de todo esto. Las demás cintas, lejos de angustiarse, parecen descansar, diríase que les resultó cómodo alejarse del barullo.
Así están las cosas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tengo la impresión de haberle ya comentado este cuento.
Felicitaciones