Visitas de la última semana a la página

martes, noviembre 12, 2013

Albores

Solucionado abruptamente el problema de la energía, los países, sobre todo los más ricos, hubieron de plantearse qué hacer con esas estructuras de metal que almacenaban toneladas de alimentos, hoy inservibles, trofeo de aves, perros y gatos callejeros.
La vanidad se orientó hacia ignotos derroteros. Qué hacer con esas moles de concreto y esos ductos acechantes de los entrepisos. Qué hacer con esa cantidad de prendas de vestir que no servían ni de abrigo a las bestias.
Ya nada le era útil al hombre. Lo que vieran sus ojos denunciaba el error de miles de generaciones, millones de soldados y obreros, miles de genios que dieron lo máximo de sí para cambiar el mundo.
La solución siempre estuvo al alcance de la mano, pero ni uno de esos la imaginó.
Persistía, sin embargo, la contrariedad de lo hecho y sobre todo los desechos.
Se optó por dejar pasar el tiempo, a sabiendas de que los enemigos microscópicos intentarían recuperar el terreno perdido. Era un riesgo que había que correr, pero un riesgo ínfimo, comparado con lo que se había llegado a dominar para bien de todos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Demasiado desecho para gestionar.
Un abrazo