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jueves, septiembre 29, 2005

Mi amigo Harry

Harry el paralítico despertó cinco minutos más tarde de lo acostumbrado y se asustó mucho de eso. Cinco minutos es demasiado tiempo cuando las cosas deben andar bien. Como pudo bajó de la cama y se arrastró a la cocina, las huinchas del somier quedaron sonando y Harry estaba aterrorizado de sólo pensar en despertarlo. Encendió el hervidor eléctrico y se encaramó en el pisito para sacar la taza y el platillo pero con los nervios se vino abajo con piso, taza y platillo. Qué fue eso Harry, le preguntó una voz ronca desde el dormitorio. Lo eché todo a perder Brayan le contestó Harry con su voz de cañería hueca, a punto de ponerse a llorar. Te dije que no hicieras ruido, infeliz, la voz iba creciendo porque se iba acercando con cuerpo y todo, Harry lo vio del suelo y su instinto le ordenó taparse con las manos justo cuando el palo de la escoba le llegaba a la cabeza. Recoge y limpia, recoge y limpia infeliz, le daba otro palo menos violento, algo así como el palo del estribo, menos violento porque el hombre volvió sus pasos y se metió al baño. Harry debía tener la ropa limpia en la cama, los calcetines cada uno dentro de un zapato y el pan tostado con el huevo hervido a punto y la bolsa de té fuera de la taza. El sincronismo solía jugarle malas pasadas y era usual que Harry se llevara entonces la segunda frisca del día, lo que esta vez aconteció debido al humo que salió de la tostadora cuando el pan se empezó a requemar. Cuándo vái a aprender, huevón tonto. Brayan comía con la boca abierta y le mandó una cachetada en la sien, que Harry aguantó en silencio. Se echó un par de pedos mientras hojeaba una revista, Harry quiso contener la risa ante "la chistosa salida" de su amo pero no pudo. ¿De qué te reí chancho cochino, no veí que me dieron ganas de cagar? Pasa no más Brayan, ya saco altiro el tarro con los papeles, pasa a sentarte no más, está listo el baño.
Harry limpiaba la mesa cuando oyó vaciarse el agua del estanque. Sabía lo que venía.
-Ven a chuparme el pico, cojo culiado.
Harry se afirmó de los bastones y corrió al baño. Más rápido, mira que estoy atrasado, más rápido Harry más rápido; estando los bastones en el suelo se afirmaba en las caderas del hombre que a su vez le empujaba la cabeza hacia la pelvis...
-Límpiame la callampa con papel confort, me tení hasta la coronilla, cojo de mierda.
Brayan Órdenes se echó loción Williams en la barba recién afeitada y salió dando un portazo. No se dio cuenta de que la cocina se estaba incendiando ya que Harry la dejó encendida con el paño de platos sobre la tostadora. ¡Ah chucha se está incendiando la casa! gritaba Harry y se lanzó sobre el paño hasta que las llamas cesaron. Se echó crema Lechuga en las quemaduras y encendió la radio para escuchar a Pablo Aguilera mientras hacía el aseo. Cuando salió a la feria lo vio la señora Francia y le preguntó qué le había pasado. Nada señora Francia, me quemé un poco de tonto que soy. Vaya a ver al doctor Harry. Si no es nada. Cuídese de ese hombre, Harry. No diga eso señora Francia. Ese hombre es malo, Harry. No señora Francia, me cuida. Lo he visto con mujeres de mala vida Harry. No señora Francia, serán amigas. Lo he visto vendiendo paquetitos a los autos que se estacionan allá en la esquina. Imaginaciones suyas señora Francia. Yo qué me meto, yo le decía no más, no vaya a contarle a él.
A mi amigo Harry le pasan cosas así todos los días.
Una noche que llegué de improviso a visitar a Brayan, Harry estaba danzándole cubierto de tules, le bailaba La danza macabra y Brayan se reía de lo lindo porque Harry se había disfrazado de la muerte. Desde el sofá Brayan mandaba patadas al tuntún que hacían volar las muletas del bailarín, pero Harry seguía artisteando desde el suelo como una culebra maldita de Chretien de Troyes. Tenía las cejas pintadas como malo y un rojo bajo los ojos. Otra noche, era el mes de febrero, Brayan me invitó a cenar. Había varios amigos en la mesa y jugábamos Carioca.
-¿Dónde está Harry? -le pregunté.
Brayan palideció. Al despedirse me confesó que sólo yo sabía de su existencia y por eso en aquellas ocasiones lo metía al closet con prohibición estricta no sólo de hablar, sino de moverse.
Brayan era a pesar de todo no un mal tipo. Le gustaba el cuarteto de cuerdas de Borodin pero nunca se duchaba, de modo que el olor a sobaco en su minúsculo departamento de Miraflores era insoportable. Cuando se emborrachaba hacía escenas. Harry pensó un montón de veces lanzarse del séptimo piso pero su amor por Brayan era verdadero y ante eso no había nada que hacer.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La miseria de los personajes transforma a este relato en una pequeña pieza desolada y llena de humanidad con minúscula. Es en el esbozo de esas sombrías escenas se muestra la habilidad de este autor.
Pregunta: ¿Por qué no hay más parábolas, doctor?

Anónimo dijo...

YOP.
ME DA IGUAL... Y EXISTE ALGO DE PUDOR... ES QUE PARECE QUE MI LOCURA ES CRÓNICA... Y NO SÉ SI TUS RELATOS SON FETICHES ... AH... NO SÉ LO ÚNICO QUE PUEDO DECIR ES QUE TEXTOS ASÍ SON LOS QUE ME EXCITAN, TAL COMO PASAR LA PLANTA SOBRE SU GLANDE... PEGADO AL VIENTRE.
QUÉ SE YO... Y ME PUEDES REVISAR... SEGUIR LA HUELLA, PERO ES TRABAJOSO, POCO PRODUCENTE, Y PEPET... SIN COMENTARIOS... ÉS MUY ARROGANTE... Y SE CREA PERSONALIDADES.
BYEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE.

S. M. L. dijo...

¿Quién eres tú, que escribe con mayúsculas?