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martes, marzo 15, 2022

Qué lejos que estoy de ti

¡Qué lejos que estoy de ti! 
Mares, océanos. Las nubes ocultan la razón, el oleaje mueve la barca hacia la playa estrecha, rendida ante el charco de agua intraducible.
Ya en el bosque, detrás de las plantas verdes que dan la bienvenida en la hojarasca, innumerables cadáveres se muestran. Todos fueron únicos, diferentes; hubo héroes y cobardes, criminales de todos los sexos inventados por el hombre. Y en cada uno vibra el mismo rostro de la muerte. Las diferencias engañan, de verse tan iguales en el bosque de la playa.
¡Qué lejos que estás de mí!
Si supieras lo que cuesta pasar en limpio estas palabras, si te hicieras la idea del equipaje de mi barca, si por un segundo estuvieras en mi mente, fueras mi sentir, entonces conocerías la pobreza de verdad.
¿Cuánto sumó a tu genio el drama de tu vida? ¿Puede el poeta vivir embriagado de tardes tranquilas, respirar buen aire, dormir sin sobresaltos? ¿O es acaso el aguijón que se parece al dolor de espalda, al arroz con huevos, a las revoluciones del pueblo y a las bombas de los tanques el único que anuncia la belleza por venir?
Tu hermetismo no es tal; bastaría con seguir tus pensamientos para adivinar qué inventas con ellos, cómo opera tu máquina de hacer.
Hará unos días visité la casa de un amigo; contamos chistes, él se preocupaba del almuerzo, bebíamos cerveza. A la sombra del sol quemante apareciste como un relámpago frío, volviste a mi alma y fuiste mi consuelo ante el canto de la vida. Eran tus formas tan preciadas, tu silencio y tu tragedia tan reales que me avergoncé y bajé la vista, mi suerte se hizo clara.
¡Qué lejos que estoy de ti!

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